A Fray Richard lo conocí hace muchos años, cuando se iniciaba en la formación religiosa mercedaria. Era un muchacho a toda luz bueno, sencillo, listo, pero sobre todo simpático. Como buen panameño, la risa siempre estaba a flor de labio, pero no era, como solían ser algunos de sus coterráneos, escandaloso. Todo apuntaba desde entonces que era un joven con un futuro prometedor.
Su tamaño (mide un metro noventa) junto a su piel oscura es lo primero que llama la atención. De entrada impone respeto, pero nada en él hay de impositivo o arrogancia. Más bien sabe conjugar perfectamente su estatura con la serenidad y bondad de su carácter. En aquellos años era muy difícil pronosticar cómo sería su futuro y por qué tipo de actividad se determinaría.
Lo único claro en esa época es que quería ser cura. Quizá por eso su labor pastoral era sobresaliente. Trabajó durante años en Pavón y en el Centro de Orientación Femenina (COF) con la idea de redimir cautivos, según la idea del fundador de su orden, Pedro Nolasco. Yo estuve con él en varias ocasiones en la cárcel y fui testigo cómo los condenados tenían un afecto especial hacia él. Organizaba bautismos, preparaba para la Primera Comunión, animaba la Eucaristía, daba consejos y también armaba campeonatos deportivos: básquetbol, fútbol y voleibol. Los muchachos lo esperaban cada domingo.
Con el tiempo le perdí la pista. Yo me hice pagano y él fue ordenado de sacerdote. Lo olvidé, como se olvida el pasado que apenas quiere recordarse. Pero un día me lo encontré casualmente en la Iglesia de La Merced: era su párroco. Volví a ver a ese enorme cura, con su hábito blanco y la risa franca de siempre. Me contó que era el encargado de la Pastoral Juvenil a nivel Arquidiocesano y que trabajaba en un proyecto de música para los jóvenes. La verdad nunca me lo imaginé cantando frente a multitudes, lo hacía en Pavón ?con grupos pequeños-, sabía que tocaba guitarra, pero habría sido una locura pensar en aquellos días que sería (como lo es hoy) el aclamado «Fray Richard».
Con sus 39 años el rapero de Dios es toda una sensación. Hace conciertos en Estados Unidos, España, Costa Rica, El Salvador y seguro tiene agenda llena para otros países. Ha hecho cinco discos, tiene buenos videos y también en el mundo del Internet es toda una estrella. Se le encuentra en hi5, YouTube y cualquier buscador puede dar fe del gran impacto que ha causado en la juventud. El sábado mismo (anteayer), tuvo un concierto en el Grand Tikal Futura Hotel y los buenos comentarios ya circulan por la red.
En España le preguntaron un día si se podía hacer buen rap sin alterar demasiado las neuronas de los jóvenes y él respondió con la misma simplicidad de siempre: «hay muchas formas de hacer rap, se puede combinar con todo. Así lo hago yo, diferente, alegre, con clase, como tiene que ser. El rap cristiano es para pasárselo bien, para escuchar, para bailar, para reírse un poco y para estar con Dios, que es lo más importante. Dios y juventud son sinónimos de felicidad».
Enhorabuena, Fray Richard. Siga con su rap y llene de alegría al mundo. Dios se lo va a pagar.