El racismo en las elecciones de 2011 (I)


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El año 2012 tiene gran importancia para los pueblos indí­genas, porque es el momento en que el “ciclo de la oscuridad” –500 años iniciados con la conquista española– llegará a su fin. Este es el momento en que los indí­genas guatemaltecos, unos revolucionarios, en la URNG, y otros decididos a derrotar el racismo, en Winaq, se lanzan al proceso electoral con Rigoberta Menchú como candidata. Ella es la única candidata que no es atacada por su trayectoria sino por su condición de mujer indí­gena, es decir, ella es blanco de la ideologí­a racista profundamente arraigada en las clases dominantes y sectores de las capas medias.

Raúl Molina

 


Se ha empezado a atacar a Rigoberta de tres maneras. Una es la caricatura, hacienda bromas de su condición indí­gena, su manera de hablar y de la identidad indí­gena en general; la segunda es la negación del derecho y la capacidad de los indí­genas de administrar el Estado; y la tercera es la revisión de cada una de las acciones pasadas de Rigoberta para encontrar aspectos criticables, desde señalamientos erróneos de haber sido guerrillera hasta el cuestionamiento  sin base sobre los recursos del Premio Nobel y su iniciativa de apoyar cadenas de farmacias populares. En el fondo, se trata de la manifestación más descarnada del racismo enraizado en los ladinos que se creen “blancos” y puros.

Las bromas se centran en la dificultad de algunos indí­genas de hablar “la castilla”. Podrí­amos preguntarnos cuántos criollos y mestizos hablan, siquiera, algunas palabras de los otros 22 idiomas oficiales de Guatemala (según los Acuerdos de Paz). Los sectores racistas de capas medias suelen criticar a los indí­genas de asuntos tales como desorden, poca limpieza y holgazanerí­a, y hasta de “ser pobres porque quieren”. Desde la colonia, los criollos lo han dicho, sin base objetiva, aunque esas caracterí­sticas se aplican más bien a los ladinos. A los pueblos que han sufrido opresión, al punto de haber sido primero esclavos y luego siervos en los “pueblos de indios”, difí­cilmente se les puede acusar de holgazanes, cuando fue su trabajo, su sudor y su sangre los que generaron la inmensa riqueza de criollos y mestizos exitosos. El orden y la limpieza existe en los hogares indí­genas, por pobres que sean; pero no en los tugurios en donde los poderosos los han hacinado en fincas, pueblos y ciudades.

En cuanto a la capacidad para administrar el Estado, después de haber tenido a “desgobernantes” como Arzú (criollo), Portillo (ladino de oriente), Berger (ricachón) y Colom (ladino), y comparándolos con Evo Morales en Bolivia, no me queda la menor duda de que estaremos en mejores manos con una Presidenta indí­gena. Los indí­genas han ocupado ya puestos a todos los niveles, excepto presidencia y vicepresidencia, y su desempeño ha sido notable, aparte de introducir condiciones de vida más aceptables para las mayorí­as, ví­a alcaldí­as y alcaldí­as auxiliares. Finalmente, cuando los crí­ticos no quieren pecar de racistas y se presentan como “objetivos”, se critica a Rigoberta por iniciativas tomadas en el pasado. Como toda persona que ha tomado decisiones difí­ciles en condiciones adversas, Rigoberta ha cometido errores. En mi siguiente artí­culo analizaré esos hechos, para que la población vea la injusticia de la mayorí­a de las acusaciones.