El que quiera celeste…


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Eso decí­an los abuelos de mi mamá cuando alguien se esforzaba mucho por alcanzar una meta, y sí­, aunque las circunstancias son distintas coincido con ellos al expresarse así­.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es

 


Pero no todos toman el sentido de las cosas por donde van; las tergiversan, las tuercen y se aprovechan de las situaciones que se dan para sacar provecho. Eso le pasó a una conocida que laboraba en un medio de comunicación hace algunos años.  “Querés que te conozcan más, querés sobresalir, va… querés mantener tu trabajo…”, le dijo el jefe mientras su mano se aproximaba hacia el pecho de esta patoja. Ella repelió, lo amenazó y lo único que recibió por respuesta fue: “El que quiere celeste, que le cueste”, habrase visto.

Y sí­, casos así­ se ven seguido, pues en nuestro medio –falocéntrico y machista–, muchos creen que pueden aprovecharse de los cargos que ocupan y de la necesidad de las personas para cometer abusos de este tipo.

Lamentablemente por necesidad, ignorancia y vergí¼enza, muchas mujeres, en algunos casos hombres también claro, permiten estos atropellos o huyen y pierden con eso su sostén diario.

Hago referencia al caso porque esta semana recibí­ una denuncia de un grupo de mujeres feministas y universitarias, tal y como reza el comunicado, en donde manifiestan su apoyo a la Dra. Ligia Violeta Pérez Cruz, quien planteó ante el Ministerio Público una denuncia por agresión sexual contra un médico que ejerce en una  Jefatura de Residencia en el Hospital Roosevelt.

“Según la denuncia, los actos de acoso sexual se dieron de forma reiterada desde el 2009 hasta el 2011 cuando la Dra. Pérez Cruz no soportó más y solicitó su traslado a otro hospital, a pesar de su legí­timo derecho a estudiar y profesionalizarse en el área médica de su elección”.

Considero esto un acto de suma valentí­a en un paí­s como el nuestro y me uno a ella a través de este espacio al dar a conocer este hecho.

Ojalá y las autoridades cumplan conscientemente con su trabajo y castiguen a su agresor y ojalá que esta acción sirva de ejemplo para dejar de callar. Todas y todos los seres humanos merecemos respeto y que nuestros derechos sean respetados.
Así­ sea.