En las filas del Ejército Nacional de Guatemala ha habido jefes y oficiales muy honestos, respetuosos de la Constitución Política de la República, de los derechos legítimos de los ciudadanos, incluso revolucionarios de devoción libertario-democrática, no extremistas prepotentes como los contumaces que seguimos viendo en el escenario internacional.
Hemos conocido a muchos de esos militares de actuación y de reputación intachables, por lo que consideramos que no todos deben ser medidos por igual de modo rasante.
Uno de los buenos elementos de la institución castrense fue el coronel Roberto Lorenzana Salazar, quien prestó sus servicios como comandante en varias zonas militares; participó en el triunvirato que se formó a la caída del régimen de gobierno que presidió el coronel Jacobo Arbenz Guzmán; desempeñó el cargo de ministro de la Defensa Nacional; fue embajador en Costa Rica, Uruguay y Ecuador durante varios años y, al quedar fuera del mundo oficial, se jubiló con una pensión de poca monta que le fue asignada y que apenas le permitió vivir con un mínimo de comodidad durante los últimos años de su existencia.
El coronel Lorenzana Salazar murió hace poco en esta capital. Fuimos muy amigos de él y de su digna esposa Carmencita de Lorenzana Salazar ?premoriente de él?. Lamentamos no haber asistido a sus exequias por motivo que la infausta noticia nos llegó un poco tarde. Nuestras más sinceras condolencias para su honorable familia.
Otro militar que honró las filas del Ejército Nacional fue el coronel Rafael O’Meany, a quien conocimos cuando a raíz del derrocamiento del régimen de gobierno de los 108 días, jefeado dictatorialmente por Federico Ponce Vaides, fue nombrado por la junta cívico-militar de gobierno integrada por el coronel Francisco Javier Arana, el mayor Jacobo Arbenz Guzmán y el ciudadano Jorge Toriello Garrido, para ocupar el cargo de gobernador departamental de Jutiapa, nuestro querido terruño. Después, el coronel O’Meany fue designado para ejercer las funciones de ministro de la Defensa Nacional. Ya en situación de retiro del instituto armado, quizá porque trascendió que al coronel Lorenzana Salazar no le alcanzaba la pensión de jubilado para subsistir decorosamente, se vio en el caso de prestar sus servicios como cobrador de la Empresa Eléctrica de Guatemala, S.A. Un día de tantos cayó enfermo. Lo fuimos a ver al antiguo hospital militar, ahí por la zona 9 de la capital, donde falleció pobremente. Esa fue, entonces, nuestra postrera y cordial despedida.
Hemos conocido a otros hombres de uniforme que, al influjo de una disciplina bien entendida, prestigian con sus actuaciones a su institución y se identifican con los diversos sectores que conforman la sociedad. Saben cumplir el deber y la obligación y, como amigos, saben ser buenos amigos.
El Ejército Nacional de Guatemala es una institución respetable. Por imperativo constitucional, es garante de la integridad territorial y de la vida institucional democrática del país. Algunos, por cuestiones político-ideológicas, juzgan mal, a su manera, sus actos, dada su animadversión y, por lo regular, la viven difamando como recurriendo a la falacia de generalización, pero, en cambio, no critican o censuran al militarismo aplastante que se ve hasta en la sopa en ciertos países cuyos regímenes, a los que sus caudillos con tufos de «emperadorcitos» proclaman demagógica y fachendosamente «democracias del pueblo», cuando en realidad de realidades no son más que estados totalitarios liberticidas de amaestrada y masificada fuerza bruta…