El Congreso de la República está constituyendo un gran tragante en el que se va todo un volcán de millonadas provenientes de los impuestos que paga el pueblo.
Y es que ese organismo estatal está «superpoblado» de diputados que, en su mayoría, son politiqueros consuetudinarios incorregibles, además de ser considerados como unos pobres iletrados que de legisladores no tienen más que el «dedo» para aprobar, incluso, a veces dormitando o muy «eufóricos», lo que es reprobable…
Fue durante el régimen del FRG que, tirando de los cabellos un «censo» de población realizado a rajatablas y a la mejor conveniencia de los gerifaltes, se elevó el número de diputados archirremunerados a 158. Más o menos tienen asignados alrededor de 30 mil billetes que cada cual cobra «corriendito» y con aires de triunfalistas, cada fin de mes o antes, gracias a la burocracia que para muchos-muchos es una vaca lechera…
Un gran sector del pueblo está demandando a gritos, desde las tribunas de la prensa, que el número de diputados (también llamados «curuleros») sea de 22 titulares y 22 «suplefaltas» no más; o sea dos por cada uno de los 22 departamentos.
El otro día escuchamos una entrevista hecha en el programa radial de Paco Cáceres al brigadier Otto Pérez Molina, de aspiraciones presidenciales, quien explicó su propuesta de «mano dura» y dijo, entre otras cosas, estar de acuerdo en que el caserón de la novena avenida cuente con 140 padrecillos de la patria… Mucho, general Pérez Molina. Eso no lo aceptaría el pueblo porque el «siguán» sería casi igual de tragón como el actual. El «pistarrajal» que se tira como por espuertas para pagar jugosos sueldos, no menos jugosos viáticos a los diputíteres que hacen placenteros «tours» en su alegre trafagar; asimismo para comprar conciencias cuando de elección de presidente y de otros cargos directivos del citado ente burocrático se trata, etcétera.
Nosotros, al igual que miles y miles de compatriotas, opinamos que los presidenciables lograrían buenos dividendos cívicos; es decir, ansiada intención de votos, a lo largo de su campaña político-electoral si atendieran el clamor del pueblo en el sentido de que se reduzca a justo nivel el número de diputados. Bastarían los 44 que hemos mencionado: 22 titulares y 22 «suplefaltas». ¡Ni uno más!; sí, ¡ni tan sólo uno más!
Ya se sabe que son cientos de millones de quetzales que, aunque devaluados y picoteados por el dólar de todos los dolores, se van en el enorme agujero congresal sin fin cada mes, cada año, sin mayor cosa positiva en beneficio de Guatemala y de los guatemaltecos. Son pocos, relativamente, los letrados capaces de legislar como Dios manda. Los demás son iletrados politiqueros que sirven de relleno…