Siempre al finalizar un año se publican cifras e indicadores que se basan en datos estadísticos que reflejan promedios de la situación social y así vemos que los datos permiten colocar a las naciones en un escalafón que mide su nivel de desarrollo y de satisfacción de las principales necesidades humanas.
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Sin embargo, tomando en cuenta los enormes rasgos de inequidad que hay en algunos países, entre ellos Guatemala de los más destacados, hay que tener mucha desconfianza de esos indicadores que se basan en promedios, porque la verdad es que están muy lejos de la realidad. Siendo tan enorme la brecha que existe entre pobres y ricos en algunos países y tan desigual la cantidad de unos y otros, hablar de promedios es maquillar la realidad nacional.
Empezando por el ingreso per cápita, que es una de las cifras más importantes para medir a los países por el rendimiento de sus economías, tenemos que ver que en lugares como Guatemala la enorme concentración de riqueza en pocas manos plantea un serio problema para la medición, porque a la hora del promedio los datos resultan mucho mejores de lo que realmente significa el ingreso para la inmensa mayoría de la población que se debate en la pobreza. No podemos medir los niveles de ingesta alimentaria en el país con el parámetro del promedio, porque el mismo oculta buena parte de la dramática realidad que hay con la desnutrición infantil que se convierte en flagelo de largo plazo, porque marca para toda la vida a generaciones enteras de gente que verá limitada su capacidad física e intelectual por la falta de alimentación en el período crucial del crecimiento.
No quiere decir esto que haya que descartar los indicadores que periódicamente se nos dan sobre nuestra situación, especialmente en el campo del desarrollo humano y las condiciones sociales, sino simplemente que tenemos que matizar esas cifras con el conocimiento de nuestra realidad que plantea desigualdades extremas, con muchos careciendo de todo y pocos con abundancia de bienes y satisfactores.
Y la otra conclusión que tenemos que extraer de estas reflexiones es que no basta con aumentar producción para mejorar los indicadores. No es suficiente que un país como Guatemala mejore su producto interno bruto para elevar el ingreso per cápita de sus habitantes, sino que además de ese esfuerzo se tiene que trabajar para lograr condiciones más equitativas para todos los habitantes del país. Creo que es imperativo plantear la necesidad de utilizar la vía fiscal que históricamente ha sido la utilizada por los distintos países para lograr equilibrar las condiciones de vida, aún entendiendo que siempre los que nacen en hogares más acomodados tendrán ventajas, aunque sólo sea por el nivel de relaciones o por la diferencia entre los conocimientos que se puedan adquirir en el mismo hogar cuando está la presencia constante de los padres y existe acceso a variadas formas de conocimiento.
Creo que es fundamental que tengamos esa visión crítica de los datos que nos proporciona la estadística a la hora de realizar mediciones de nuestras condiciones en el país y que los políticos que aspiran a dirigir nuestros destinos comprendan que nuestra realidad es muchísimo más dramática de lo que se refleja en esos indicadores, porque los mismos no contemplan el grave desequilibrio que hay en nuestra sociedad con la brecha tan gigantesca entre las condiciones de vida de los que lo tienen todo y aquellos que carecen hasta de lo indispensable para vivir.
Es una lástima que la gente que toma decisiones en nuestro medio tenga tan escasa conciencia social, porque ello impide abordar con más claridad una estrategia nacional de mediano y largo plazo.