El prolongado drama de la familia Siekavizza


Oscar-Clemente-Marroquin

Horas tristes de aciagos recuerdos viven Juan Luis y Angelis Siekavizza en la víspera del aniversario de la desaparición de su hija, primero, y de sus dos nietos posteriormente. En ambos casos la figura de Roberto Barreda de León ocupa un papel central y pese a los esfuerzos de algunas autoridades (lamentablemente no todas) y de los familiares, doce meses después seguimos sin esclarecer el hecho. Hemos visto cómo, cuando hay voluntad, se detiene a bandas de violadores o grupos de sicarios, pero en este caso el tráfico de influencias ha entorpecido las investigaciones de tal manera que no se tiene ni idea del paradero del supuesto asesino.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Personalmente me he involucrado bastante en el caso no sólo por la relación de familia de mi esposa con Angelis, sino especialmente por la coincidencia de edad de sus dos nietos desaparecidos con mis propios nietos y me cuesta mucho dejar de pensar en lo que esos niños tienen que estar sufriendo sin su madre y a lo mejor escuchando cualquier barbaridad porque justamente eso fue lo que desde el principio empezó a decir el padre para encubrir el crimen lanzando dudas sobre el comportamiento de Cristina.
 
  Por eso mismo tengo conocimiento de algunas de las actuaciones procesales y no me explico cómo es que hay tanto obstáculo para encontrar a los niños que se encuentran en grave peligro porque están en manos de un individuo que se ha demostrado como hábil manipulador que logró armar alrededor suyo toda una red de ayudas para encubrir el macabro crimen cometido. La forma en que lograron borrar evidencias en la casa y manipular las pruebas es alarmante y demuestra que en Guatemala todavía tenemos autoridades que voltean la vista e ignoran hechos contundentes cuando se mueven las teclas correctas y adecuadas.
 
  Por cierto que también hay funcionarios correctos y probos que cumplen con su deber en la medida de sus posibilidades y que no se convierten en tapadera para encubrir los crímenes. En el Ministerio Público se ha hecho una labor importante, que de todos modos ha resultado estéril por la falta de cooperación de otras instancias que no sólo contribuyeron a borrar huellas en la casa donde ocurrió el crimen y en el auto en el que al parecer se trasladó el cadáver, sino que además facilitaron la documentación falsa con pasaportes para Barreda y sus hijos, de manera que pudieran salir del país.
 
  Hoy leo que Mauricio López Bonilla dice que una fuerza de tarea se encargará de investigar el caso, pero tiene que saber el Ministro que muchísima de la prueba ha sido borrada y que existe toda una conspiración para mantener el caso como está. Sus esfuerzos tienen que ser enormes para esclarecer este crimen y si lo hace, estará sentando un precedente que podemos considerar paradigmático porque si algo es importante, si algo es necesario para terminar con la impunidad en Guatemala, es el cese de ese tráfico de influencias que todo lo enturbia.
 
  Juan Luis ha dicho, con razón, que le extraña mucho la forma en que las autoridades actúan en otros casos para establecer con prueba científica los hechos, mientras que en el de su hija, toda la capacidad científica ha sido utilizada para borrar huellas. Hay y hubo en el pasado, interferencia de poderosas figuras de la vida nacional que se han encargado de evitar que los cuerpos especializados hagan las investigaciones correspondientes.
 
  A un año de los hechos, es natural que haya desazón, tristeza y desengaño en la familia y los amigos de los Siekavizza, porque nada sirve para alentar esperanzas de que el Estado tiene interés en resolver un caso que algunos ven como reclamo elitista, pero que es una muestra clara de cómo el tráfico de influencias asegura la impunidad en Guatemala.