Cada año en Guatemala se arma el alboroto cuando se conoce el monto de la estimación presupuestaria elaborada por el gobierno y se cuestiona lo abultado del gasto público previsto para el siguiente ejercicio. Creemos que se parte de premisas totalmente falsas en ese cuestionamiento tan radical que critica el “elevado” proyecto de presupuesto y el déficit fiscal previsto, porque el problema fundamental no está en el monto sino en otros dos asuntos puntuales. El primero es la calidad del gasto o, mejor dicho, la falta de calidad en el gasto porque los fondos públicos no sirven para mejorar los servicios públicos y la atención del Estado a las necesidades más sentidas de la población, sino que terminan en los bolsillos de los políticos y de sus socios en la iniciativa privada que hacen negocios sobrevaluados para repartirse la inmoral ganancia.
El segundo asunto tiene que ver con la pobreza de nuestra recaudación fiscal. Históricamente hemos sido reacios a pagar impuestos y en las últimas décadas se puede decir que aquí se cimentaron teorías como las de corte anarquista que pregona ahora el Tea Party en Estados Unidos, promoviendo prácticamente la eliminación de los tributos que cínicamente son descritos como un despojo que el Estado les hace a los particulares, como si existiera sociedad en el mundo en la que se pueda vivir sin que los ciudadanos contribuyan con sus impuestos a promover y mantener el desarrollo.
Guatemala tiene uno de los presupuestos generales más pobres con relación al Producto Interno Bruto, y ello es consecuencia de que nuestra tasa impositiva es de las menores de todo el mundo gracias a una prédica anti Estado muy consistente que, además, se ve enriquecida y respaldada por la forma corrupta en que se manejan los escasos fondos públicos. El argumento contra la responsabilidad fiscal está servido en bandeja porque siempre hay actos de corrupción que dan la razón a los que se oponen a que se paguen impuestos.
No es extraño, pues, que seamos un país con tantas carencias y miserias, puesto que no existe una inversión pública consistente como la que ha permitido a otros países del mundo alcanzar el desarrollo. Si no pagamos impuestos no podemos tener ni siquiera justicia y seguridad, pero ese parece ser el tipo de país con el que nos conformamos. Y como la corrupción nos conviene como pretexto para no pagar impuestos, dejamos el arca abierta y los políticos y empresarios se aprovechan para clavarse hasta el último centavo disponible del erario, generando ese círculo vicioso y perverso que es causa de nuestro atraso nacional.
MINUTERO:
Cuando damos para el gasto
no esperamos que nos roben,
pero el fisco es el pasto
para que hurten y joroben