Harold Soberanis
Como es bien sabido, la filosofía se ocupa de la realidad en su totalidad. í‰ste es un rasgo característico del proyecto filosófico racional que nace en el seno de la cultura clásica griega. De esa cuenta, todo lo que acontece en la realidad es motivo de reflexión y análisis de parte del filósofo. El conocimiento, como un hecho que se da en la realidad humana, no podía quedar al margen de la especulación filosófica, por lo que muchos filósofos, desde la antigí¼edad hasta nuestros días, se han ocupado por comprender y definir el conocimiento.
A diferencia del psicólogo o el sociólogo, al filósofo lo que le interesa respecto al conocimiento es su fundamento, su porqué, su sentido y alcances.
Así, Kant, por ejemplo, es uno de los pensadores que más ha dedicado sus esfuerzos intelectuales a comprender el fenómeno del conocimiento. En su famosa obra «La crítica de la Razón Pura», el filósofo de Kí¶nisberg intenta definir los límites del conocer y con ello, determinar el sentido de aquello que llamamos conocimiento. Es decir, la empresa que se propone Kant es superar tanto el optimismo ilimitado del Racionalismo que considera que la Razón es tan poderosa que puede conocer absolutamente todo, hasta las limitaciones del Empirismo que, con su insistencia en la experiencia individual como inicio del conocimiento, niega la misma ciencia pues ésta, aun cuando se refiera a hechos empíricos individuales pretende establecer leyes de carácter universal.
De esa cuenta, Kant dedicará buena parte de su obra a analizar el conocimiento para determinar sus límites y alcances, llegando a la conclusión, discutible por supuesto, de que desde la Razón teorética lo único que nos es posible conocer es el fenómeno de las cosas y nunca su esencia. í‰sta se nos da en la esfera práctica, pero nunca en la teórica.
Por supuesto que esta tesis kantiana ha sido refutada de muchas maneras, pero también es cierto que ha dado importantes frutos dentro del campo de la filosofía. Empero mi intención no es abordar y discutir el pensamiento de Kant, sino mostrar cómo el conocimiento es, y ha sido, un problema filosófico del que se han ocupado innumerables pensadores desde la antigí¼edad hasta nuestros días, un problema que es importante abordar desde la perspectiva filosófica y cuyos resultados pueden servir de base teórica a otras disciplinas que se ocupan del mismo fenómeno.
Resulta imprescindible problematizar el fenómeno del conocimiento, pues de la concepción que tengamos de él deriva una serie de consecuencias que influyen en otras áreas del saber humano. Piénsese por ejemplo en la educación, el arte o la ciencia.
Dependiendo de la concepción que tengamos del conocimiento así será lo que entendamos por educación, pongo por caso. El educador, el verdadero pedagogo, no puede estar al margen de una concepción filosófica del conocimiento, pues de ahí dependerá cómo asuma su labor pedagógica. La falta de una teoría del conocimiento, una teoría fundada en principios filosóficos, derivará, inevitablemente, en una propuesta pedagógica inconsistente.
Por supuesto que no basta una concepción del conocimiento para configurar una teoría educativa que efectivamente contribuya al desarrollo integral de la persona humana. También son necesarias, una antropología, una concepción del mundo, una filosofía de la ciencia, etc. Lo que me interesa señalar es que sin una teoría del conocimiento – como un elemento importante a considerar – que sirva de fundamento a una concepción de educación, ésta se desvirtúa, pierde su objetivo principal que es hacer del ser humano un ser que desarrolla todas sus potencialidades en beneficio propio y de la sociedad a la que pertenece. No sabremos qué enseñar al sujeto de la educación, sino sabemos previamente cómo dicho sujeto conoce y asimila la realidad. Esto es importante, pues sin tener claro cómo abordamos y comprendemos la realidad, difícilmente podamos transformarla, y esto es, en última instancia, de lo que se trata.
Por otro lado, no solamente la teoría educativa necesita de una concepción del conocimiento. Todas las actividades que desarrolla el ser humano en sociedad, requieren de una comprensión mínima de lo que es conocer. De ahí la importancia que reviste la especulación filosófica al respecto. De ahí lo importante que es conocer las teorías del conocimiento que se han propuesto desde la antigua Grecia.
Claro que esto no interesa al común de los mortales. El hombre de la calle, ni siquiera se plantea si conoce o no, él da por sentado que conoce el mundo que le rodea, que ese mundo es tal cual él lo percibe, por lo que cuestionarse acerca de qué conoce, cómo conoce y qué es conocimiento ni siquiera son temas de los que debe ocuparse. Es más, el hombre común desconfía del filósofo que se hace todas estas preguntas, llegando a considerar la tarea de éste es algo inútil, sin ningún beneficio, una pérdida de tiempo, como un estar eternamente en las nubes.
Viniendo del hombre común esto es comprensible. Lo que ya no resulta aceptable, es cuando estas consideraciones son planteadas por profesionales, pues es imperdonable en aquellos que tienen una formación académica, que vean con desdén y desconfianza la especulación filosófica respecto a la capacidad cognoscitiva del ser humano.
Asumir una teoría del conocimiento puede ayudarnos a comprender cómo se da en nosotros este fenómeno. Dicha teoría nos permitirá conocer el proceso interno que nos conduce a la aprehensión de la realidad. La manera de abordar esa realidad como una totalidad o una red de interrelaciones, nos permitirá comprender su génesis y alcances. También contribuirá a disciplinas como la psicología, a encontrar un fundamento epistemológico sobre el que se pueda desarrollar una teoría de la comprensión a lo interno de la psique humana. Es decir que, cualquiera sea la perspectiva desde la que contemplemos el conocimiento, la filosofía permitirá al especialista configurar una teoría que le ayude a explicar y fundamentar el fenómeno del conocimiento, lo que le garantizará, en última instancia, que su propia teoría se ha edificado sobre base sólidas, lo cual le dará una certeza y garantía de que su planteamiento es consistente y posee cierta validez.
Hacer lo contrario, es decir, proponer una explicación del conocimiento pero sin apoyarse previamente en una teoría filosófica del mismo, hará que tal propuesta carezca de bases firmes, por lo que será como un edificio sin cimientos, como algo que flota en el aire y que, inevitablemente, tarde o temprano se vendrá a tierra.
«Un conocimiento a medias puede ser peligroso.»
Michel Foucault
«Daría la mitad de lo que sé por la mitad de lo que ignoro.»
René Descartes
«El ámbito iluminado por la ciencia está rodeado de un espacio en tinieblas tan extenso, que ha de parecer ridícula la pretensión de limitar la existencia al hábitat del conocimiento.»
Juan Benet
«El trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar todo lo aprendible, como en producir en el alumno amor y estima por el conocimiento.»
John Locke
«La difusión del conocimiento y la educación ha enseñado muy poco a la humanidad sobre el autodominio, y aún menos sobre el arte de la convivencia».
Hugh Thomas
«No es por accidente, pueden estar seguros, que las escrituras cristianas hacen del padre del conocimiento una serpiente: viscosa, furtiva y abominable.»
Henry Louis Mencken, periodista norteamericano.
«El conocimiento se adquiere leyendo la letra pequeña de un contrato; la experiencia, no leyéndola.»
Francis Bacon
«La conclusión es que sabemos muy poco y sin embargo es asombroso lo mucho que conocemos. Y más asombroso todavía que un conocimiento tan pequeño pueda dar tanto poder».
Bertrand Russel
«Porque la sabiduría es para una protección [lo mismo que] el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños.»
Salomón, Eclesiastés 7:12