Las probabilidades de que Otto Pérez Molina tenga que iniciar su gobierno sin un Presupuesto General de la Nación son altas y de hecho el trámite constituye una prueba crucial, puesto que si bien se trata de la legislatura que terminará su período justamente el 14 de enero, no hay en realidad grandes diferencias y las mañas para entrampar la agenda serán las mismas y los mecanismos de chantaje no van a ser distintos, de manera que en este mes marcará mucho de lo que pueda ocurrir en el futuro.
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Paralelamente, Pérez Molina tiene que negociar seriamente con los empresarios sobre el tema de la reforma fiscal que tendría que ser impulsada casi de inmediato en el próximo período si existe un mínimo de patriotismo e interés por sacar adelante a Guatemala. En ambos campos es indudable que el futuro Presidente encuentra un campo minado y tendría que mostrar una habilidad enorme para lograr consensos en temas que se anticipan sumamente complejos y que, en ambos casos, pueden marcar en buena medida el futuro de su gestión porque los dos son decisivos para el arranque.
Yo soy un convencido de que lo que no se hace al principio de un gobierno no se puede hacer más tarde cuando el poder se diluye en medio del asalto de los poderes fácticos que se acomodan y defienden sus privilegios e intereses. Por ello es que entrar sin un presupuesto para el ejercicio fiscal es terrible, porque deja atado de manos al nuevo gobierno que dependerá mucho más de las negociaciones podridas en el Congreso de la República para ampliaciones y transferencias que se hagan indispensables. Eso es garantizar que el chantaje florezca en el próximo año porque cada movimiento que deba hacerse en el tema financiero tendría un enorme costo en términos de la extorsión que aplican los diputados.
El gobierno de Pérez Molina se vería como el transportista que tiene que ir a negociar cada aumento del precio del pasaje con las maras que los extorsionan. Literalmente lo colocarían en posición supina y su capacidad de maniobra para arrancar con buen pie se vería seriamente limitada.
La UNE y la señora Torres están pasando una factura al PP para cobrar revancha por las veces que les entramparon la agenda legislativa, pero otras bancadas tendrían que actuar con seriedad para entender que lo que está en juego no es otra cosa que el futuro mismo del país y de su institucionalidad democrática porque con un modelo agotado como el nuestro, el único margen de maniobra lo da la paciencia y/o indiferencia del pueblo. Y ya sabemos que el nuestro tiene cíclicamente arranques de macho viejo como los de 1920, 1944, los años sesenta y posteriormente los ochenta. No podemos jugarnos la carta de que este pueblo aguanta con todo y seguir el jueguito lucrativo que ha sido el de la extorsión y el chantaje en el Congreso de la República, porque tarde o temprano va a brincar la criada respondona.
Hoy en el entorno del Presidente electo todo es algarabía y búsqueda de posiciones, pero es momento de entender que se están jugando cuestiones fundamentales que pueden decidir y marcar el rumbo de la administración. Y la arena de la disputa es el Congreso de la República, la más prostituida de todas las instituciones democráticas del país, donde sentaron reales los poderes paralelos que entienden la forma de esquilmar al país mediante la utilización del erario para trinquetes de todo calibre, desde los que encubren perfectamente su inmoralidad con un vistoso ropaje legal, hasta los más burdos que son puros asaltos en despoblado.