El refrán reza: “El hombre propone y Dios dispone”, pero para efectos de la reforma constitucional hay que decir que el Presidente propone y el Congreso dispone, porque al final de cuentas serán los diputados los que aprueben, imprueben o modifiquen la iniciativa presidencial. Ciertamente al final de cuentas en una consulta popular los guatemaltecos tendremos la opción de ratificar o rechazar lo aprobado por los “representantes”, pero tomando en consideración las anteriores consultas, sabemos que sería una participación más bien pírrica de ciudadanos.
De suerte que en esta instancia podemos gastar toneles de tinta y toneladas de papel hablando del fondo de las reformas, pero al final de cuentas todo dependerá de los señores diputados. No creemos posible que se atengan a la iniciativa del Ejecutivo y por lo tanto habrá que esperar el curso de sus debates para entrarle al tema. Sobre todo cuando hay asuntos tan peliagudos como una concesión disfrazada de usufructo y otros negocios que evidencian que en el fondo nada ha cambiado y nada va a cambiar.
Porque la reforma constitucional sin voluntad de mejorar y transparentar el ejercicio de la función pública no tiene sentido. Nuestra actual Constitución no legitima el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias, las negociaciones secretas para enajenar el patrimonio nacional y, sin embargo, eso ocurre bajo el manto de legalidad que los abogados hábilmente le encuentran a los negocios.
La creación de una carrera judicial por decreto, sin la depuración necesaria, suena a la forma en que se recicló a los agentes de la Policía Nacional para convertirlos en agentes de la PNC. El ser humano no se recicla y si hay un sistema judicial con deficiencias por corrupción, institucionalizarlo por mandato constitucional no arregla las cosas.
Creemos que el Presidente hubiera podido hacer más por el país transparentando la gestión pública que reformando la Constitución, porque negocios como el del Puerto, que él defiende a capa y espada resistiéndose a entender que las críticas tienen gran fundamento, desde las que cuestionan el secreto con que se manejó el asunto hasta la torcida manera de hacer una concesión fingiendo un usufructo. Ciertamente él no es abogado y puede haber caído en las redes de sus asesores, pero está tan empecinado que siempre hay enormes dudas sobre si fue sorprendido o si actúa a sabiendas de lo que hay atrás de todo este asunto.
Ya habrá tiempo para ir desmenuzando la propuesta de reformas a la Constitución, pero mientras tanto, no conviene distraerse de lo esencial para centrarse en lo que es una propuesta y, repetimos, el mandatario propone y el Congreso dispone.
Minutero:
Hay temas coyunturales
que resultan muy puntuales
para ver las intenciones
que no cambian ni a canciones