Casi no veo televisión. Salvo que me recomienden una buena película cuyo contenido no incluya crueles acciones violentas ni explícitas escenas sexuales, y no porque me escandalicen filmes de una y otra temática ni porque sea mojigato, sino simplemente basta con enterarme de lo que ocurre en el país como para exacerbar más los sentimientos de repugnancia hacia los extremos a los que pueden descender los seres humanos.
Tampoco me seducen los noticiarios, sobre todo los que se inclinan por la morbosidad que desencadenan aquellos acontecimientos, incluyendo declaraciones y acciones de diputados y funcionarios, o porque esos informativos ocultan o tergiversan acciones ilícitas cometidas al amparo de cargos públicos; lo que no significa que pretenda ignorar los acontecimientos que ocurren en el ámbito doméstico y a escala internacional, o que no me asalte la curiosidad por escuchar, de vez en cuando, lo que expresa con entusiasmado éxtasis el presidente Pérez, o, en su caso, la señora Vicepresidenta, con su falso encanto para provocar beatíficos sueños a los incautos.
La noche del martes pasado abandoné momentáneamente el libro que leía y apagué el aparato en el que escuchaba música de cámara, porque me acordé que era el horario en el cual nos endulza el oído o refresca la memoria el gobernante, pensando en los asuntos novedosos que pudiera darnos a conocer con sus frases entrecortadas; pero sólo para enterarme del preámbulo del caso que abordaría esa oportunidad.
Al encender el artefacto receptor observé que atrás del Presidente estaban estacionados decenas de vehículos con las particularidades de la Policía Nacional Civil. Al unísono oí el acento entrecortado del mandatario, discurso que soy incapaz de repetir fidedignamente, pero quien declaró -palabras más, palabras menos- que ahora sí comienza el verdadero combate a la delincuencia porque se cuenta con suficientes patrullas nuevas, además de las que se remozaron porque las echaron a perder funcionarios del Gobierno pasado, y que si se está procediendo con paso lento, es porque es firme, para que los guatemaltecos vivan tranquilos, resguardados por su gobierno.
Me limité a sonreír, apagué el televisor y retomé la lectura, aunque con dificultad porque no dejaba de cavilar en la perorata presidencial y sus renovadas promesas, así como meditaba acerca de que el ministro Mauricio López Bonilla quizá ha sido, durante los últimos lustros, el mejor titular de la cartera de Gobernación y que ha puesto sus mayores esfuerzos en procurar la seguridad pública; pero que las circunstancias le han sido adversas porque no dependen de su voluntad, sino que de factores ajenos al Ministerio de Interior, como la corrupción, el incremento de la pobreza, la expansión de las pandillas juveniles, el fracaso de los programas sociales, hogares disfuncionales.
Pero el Presidente no abandona sus promesas, como si estuviera en campaña.
(Con Romualdo Tishudo lamentamos el fallecimiento del locutor y periodista Karl Heinz Chávez. Nos conduele mucho, asimismo, la súbita muerte de Francisco España –“Chuchito Enjabonado”-, amigo y compañero de experiencias, fortalezas y esperanzas durante 45 años. Nuestro sentidísimo pésame a sus hijos).