Las cifras de la violencia en Guatemala continúan en ascenso y mostrando una espiral creciente y descontrolada, evidenciando que la reducción de las cifras y el avance importante en mostrar una cara distinta en el Ministerio de Gobernación, con el apoyo conjunto del trabajo del Ministerio Público, no son suficientes, por lo lacerante que significan los diferentes casos de violencia que ocurren en el país y que enlutan hogares, dislocan familias y generan la misma sensación de impotencia en todos los guatemaltecos que sufren un caso directo o indirecto derivado de este flagelo.
En las últimas semanas el caso de Cristina Siekavizza ha venido cobrando mayor vigencia, atención, así como ha venido mostrando fragilidades en el seguimiento de dicho caso por parte de autoridades, así como ha desvelado las presiones que ocurren sobre los operadores de justicia, justamente en aquella visión de buscar “apachar†culpabilidades, desviar las orientaciones de los casos, ocultar o desinformar y con ello el escaso avance en la investigación sobre la desaparición de la señora Siekavizza.
Ante el enigma inicial de su desaparición y las pocas o nulas pistas para hilvanar pistas razonables para determinar las hipótesis iniciales sobre este hecho, la familia de Cristina y sus amigos generaron una presión importante para buscar una mayor atención sobre los elementos que permitirían ampliar el espectro de la investigación, luego ocurre la desaparición del esposo de la señora Siekavizza y de sus dos pequeños hijos, que apuntaron a profundizar la investigación para conducir a una aprehensión injusta, pero probablemente necesaria, y luego se pasó a detenciones de familiares y amigos del esposo, derivadas de una manejo más cuidadoso de móviles y sospechosos, así como se concretizaron medidas para presionar en la dotación de dinero que potencialmente se utilizaba para apoyar al señor Roberto Barreda.
Aparentemente, las investigaciones recientes apuntan a un execrable y condenable caso de violencia intrafamiliar que pudo haber culminado fatalmente y con ello un nuevo femicidio, en donde concurren sojuzgamiento, maltrato, violencia verbal y física que golpea dolorosamente a una familia nuclear aparentemente integrada como los Barreda-Siekavizza y luego a los padres y familiares de Cristina, sus amigos y conocidos.
Hoy las cosas preocupan aún más, pues en el medio de este doloroso caso, está la condición en que se encuentran los hijos de la pareja, Roberto José y María Mercedes, por no saber su paradero, en qué estado se encuentran, así como la imperiosa necesidad de ubicarlos para que retomen su vida familiar y se recuperen de este golpe que quebró su familia nuclear y la fragmentación de sus sentimientos de cara a su futuro.
Me uno, desde esta columna, al esfuerzo de la familia de Cristina Siekavizza por encontrar a estos pequeños niños y deseo de corazón que su potencial ubicación, permita encontrar un resquicio de luz ante las sombras de este complejo caso y también propicie un mínimo bálsamo de tranquilidad a sus familias, amigos y conocidos ante una situación de violencia que les ha trastocado la vida dolorosamente.