En Estados Unidos, pese a la mejoría en la creación de puestos de trabajo y mejores indicadores económicos, la popularidad de Obama ha bajado considerablemente porque el galón de combustible está llegando a los cuatro dólares y eso afecta de manera directa a los norteamericanos que saben perfectamente que hay una maniobra especulativa en el sector energético que aprovecha cualquier circunstancia para subir los precios con extraordinaria rapidez y nunca los baja con igual celeridad.
Viene esto a cuento porque en Guatemala la existencia de un mercado libre en los combustibles ha significado para los consumidores un calvario permanente. Basta que un diario publique que subió el precio del barril de petróleo en el mercado internacional para que los importadores se pongan de acuerdo y suban el precio de la gasolina. Cuando se publica que hay reducción del precio del barril, salen con aquella explicación que únicamente se pudo haber tragado alguien como Meany en el Ministerio de Energía, de que el precio de la gasolina no tiene que ver con el del barril de crudo. El problema, que nunca nos explicó el entonces ministro, es cómo es que sí influye para subir, pero no tiene nada que ver cuando hay tendencia a la baja.
Si en Grecia hay una manifestación, el precio del petróleo sube en todo el mundo, no digamos si hay tensiones entre Irán e Israel (que son permanentes) o si Obama abre la boca para apoyar a los judíos. Una leve tormenta de arena es capaz de disparar el precio del crudo porque los petroleros están hurgando en todo el mundo para encontrar qué puede servir para justificar nuevos incrementos de precio. Y en los países donde no hay ningún control, sino que el mercado es libre y los distribuidores pueden fijar precios a su sabor y antojo, la cosa se vuelve de escándalo, como ocurre en Guatemala donde el precio del crudo está llegando casi a los cinco dólares por galón.
La decisión de liberar el precio de la gasolina se enmarcó en la época de la desregulación impulsada por el Fondo Monetario Internacional para castrar a los Estados a fin de que no pudieran intervenir en la economía. Pero nunca se consideró en nuestro país la existencia de un mecanismo alterno aunque solo fuera para operar en casos de excesiva voracidad, de abierta y burda especulación o para exigir que, por lo menos, fuera el mercado internacional el gran indicador. En Guatemala operan a la libre, sin ningún control y los ministros reciben estipendios para tragarse y reproducir las burdas explicaciones de las petroleras, a sabiendas de que, a diferencia del consumidor norteamericano, todos pagamos sin chistar.
MINUTERO:
A casi cuarenta pepos el galón
los bolsillos se resienten
y es que no hay ningún perdón
para que así nos revienten