Jaime Barios Peña
Antes de hablar, de leer y de estudiar cualquier otro libro, los guatemaltecos deberíamos partir, escudriñar y siempre volver a nuestro libro nacional: el Popol Vuh.
El Popol Vuh ocupa un lugar especial en la cultura universal, en relación a la creación del mundo simbólico. En la estructura subyacente de su texto, predominan los pares dialécticos de la concepción del ser humano y el mundo y también la búsqueda del misterio que encierran los orígenes.
Es necesario recordar que las leyendas k»iche»s se dieron por herencia verbal, principalmente después de la Conquista.
La construcción y acción del Popol Vuh, en el ordenamiento de lo arbitrario, concreta el movimiento frente a lo estático, el discurso y el silencio, el ser y la nada, el enigma de la vida y la muerte. Y de manera especial un culto al tiempo, que condujo a los mayas a grandes descubrimientos, como su calendario, más perfecto que el gregoriano y la concepción del cero antes que los indostanos lo introdujeran en Europa.
El pensamiento popolvuhiano construye el mundo desde el mito, en donde los signos arcaicos se pierden entre la bruma de lo sacro y los ritmos de una óptima poesía. En definitiva: una completa cosmología. El mito, el arte y la ciencia en sus orígenes, no son una copia exacta de las cosas y los fenómenos de la naturaleza, sino nacen de una vivencia y elaboración del ser humano, en busca de sus símbolos y sus significaciones.
Constituye el Popol Vuh también un documento histórico y retrospectivo, único en la historia universal. Describe los sucesos acaecidos en diversas épocas y etapas etnológicas. Y la autenticidad del código se apoya en la etnografía, la arqueología comparada, además de otras disciplinas humanas. La historia y la etnociencia estudian actualmente con mucho interés los textos popolvuhianos.
Los investigadores han encontrado datos importantes de aspectos míticos, religiosos, económicos y científicos en la cultura maya k»iche». Subsisten en la actualidad, concepciones míticas que según la leyenda entregó «Dios al hombre» antes que el nuevo mundo conociera el Código de Hamurabi, según Rafael Girard. Una de las ideas más importantes de este proceso es que el Héroe Civilizador de los maya k»iche»s era redentor e hijo de un Ser Supremo que nació por partenogénesis, como los grandes conductores sacrificados por la humanidad.
En el texto maya k»iche» se ofrecen soluciones para los problemas espirituales: Creación del Universo, la función divina y las relaciones del ser humano con Dios. Los problemas del deber, la verdad, la virtud, el origen de los seres, la vida y la muerte y el destino humano entrelazado a la causalidad de los fenómenos.
El espacio cuadrangular cósmico del cual habla el Popol Vuh, se concreta en los cuatro puntos solsticianos y sus cuatro partes iguales, por una cruz astronómica que se dirige hacia cuatro puntos cardinales. Repara en la oscilación anual y seguridad de los puntos del sol naciente y cuando se acuesta, consideran los mayas que el astro busca los ángulos del firmamento, midiendo cuando se encuentra entre los puntos entre el cielo y la tierra. Buscaban la cuadratura del universo, para proyectarla a la cuadratura del territorio del pueblo y del campo de maíz.
Un tema de gran significación en el Popol Vuh es el juego de pelota. Se reúnen los jugadores en el centro del campo, con el simbolismo del Corazón del tiempo. Juegan con una pelota de hule que se golpea contra la pared en un campo delimitado en forma cuadrangular. En las gradas se ubica el público y los Señores en los extremos. A los jugadores les está prohibido usar las manos y sólo pueden jugar con la cadera y, en casos extremos, usan la cabeza y tratan de introducir la pelota en unos aros tallados en piedra en las paredes laterales.
Se trata de un juego ceremonial y religioso y los jugadores usan una lujosa indumentaria. Cuando la pelota cae al piso es signo de muerte y peligra el jugador de ser sacrificado. De dos en dos arriban al sector oriental y occidental del cosmos, que se funde en el centro, en la persona del Corazón del Cielo. Cada cabeza fusiona varios cuerpos. El uso de los brazos y los pies está prohibido y, cuando se utilizan, es una falta grave que va en favor del enemigo. La fusión de varios cuerpos en una sola cabeza reactiva el principio monoteísta en el que el mundo debe permanecer La pelota simboliza el Astro Dios. La idea de un Dios Supremo en muchos cuerpos es una idea básica, que refuerza la consideración de un posible monoteismo entre los maya k»iche»s.
En la cosmogonía maya k»iche», se encuentra un conjunto de elementos comunes en la concepción del mundo y de la vida. Filosofemas, que constituyen el asomo del ser humano a la explicación del misterio de sus orígenes, constituyendo un conjunto de protoimágenes primordiales, que como los cuatro elementos, han pasado a ser la herencia cultural encerradas en el discurso humano, transmitido de generación en generación.
El mito del origen se nutre de anclas sumergidas en lo inabordable de lo perdido inexorablemente. Una semántica esotérica y mística del retorno constituye el clivaje humano y genérico. Antes del hombre, el vacío profundo, el caos, la ausencia silente que aterroriza, la oscuridad que ciega. La fractura se produce en esta cápsula uterina, surge la palabra que salva y afirma y la ausencia es cubierta, el goce perdido abre paso a la primera enunciación. El mito recubre la pérdida y en lo individual con el fantasma, se cubren de sin sentidos generando una lógica inconsistente.
En la interpretación del mito, hay mucho de reducción al campo suprarracional como función esencial del pensamiento, por ello enfatiza especialmente en la órbita mítica que se desplaza específicamente en el nivel sensible; aunque se reconoce que muchos de los razonamientos popolvuhianos son un acercamiento al pensamiento filosóficamente organizado.
El Popol Vuh se puede incorporar a una dimensión de doble aspecto, un lado potencial, y otro cinético o lo que es lo mismo: lo oculto o misterioso del mito es como el sueño, la poesía y la utopía, un fenómeno humano donde se ligan lo primario y lo secundario, lo latente y lo manifiesto, la ficción y la verdad.