Hace muchos años que los españoles vienen destacando en muchas disciplinas deportivas, al punto de que en algunas de ellas son verdaderas potencias. Tenis, ciclismo, balonmano, automovilismo, motociclismo, baloncesto y varios deportes olímpicos han tenido participación destacada de ciudadanos españoles en lo que es reflejo de un trabajo serio que se hace desde hace muchos años con la juventud. El triunfo de ayer de la selección de futbol al ganar la Copa del Mundo fue consecuencia de años de dedicación no sólo del Estado al invertir en formación de deportistas, sino de iniciativas particulares como la del Futbol Club Barcelona que fue semillero del que salieron varios de los jugadores que se coronaron ayer.
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Nosotros asistimos cada cuatro años como puros mirones a la Copa del Mundo, prodigando nuestras simpatías a las grandes potencias porque nunca hemos tenido la oportunidad de tener una representación y al paso que van las cosas no existen razones de peso y fundamentadas para hacerse ilusiones. Porque los triunfos deportivos no son producto de la casualidad, sino de programas de largo plazo que se ejecutan bien y que empiezan a rendir sus frutos con el paso del tiempo. Durante años la eterna queja de los dirigentes deportivos de Guatemala fue la falta de recursos para preparar a nuestros atletas y en la segunda mitad del siglo pasado se decía que el ejemplo cubano era ilustrativo de lo que se puede hacer cuando hay apoyo decidido. Un país como el cubano se convirtió en potencia deportiva continental por la persistencia de esos programas de formación de la juventud. Pues desde 1985 Guatemala es uno de los países en los que el deporte goza de abundantes recursos económicos para trabajar en la preparación de nuestros deportistas y, sin embargo, los resultados siguen siendo lamentables en prácticamente todas las disciplinas y ni siquiera los aislados esfuerzos personales llegan a tener alguna trascendencia. En otras palabras, aquí no podemos hablar ya de falta de recursos porque las Asociaciones Departamentales, las Federaciones, la Confederación Deportiva Autónoma y el Comité Olímpico han dispuesto de dinero a manos llenas. Que no lo hayan invertido correctamente es un tema puntual que debe ser objeto de análisis y discusión porque no es justo que en un medio caracterizado por tanta pobreza y necesidades, se dé lo que es evidentemente un derroche lamentable que apenas si ha servido para beneficio de camarillas enquistadas en la dirigencia de esas entidades. Hace varias décadas España era un país considerado como uno de los más pobres y atrasados de Europa, producto de la obtusa visión de la dictadura. Era una nación que exportaba a sus ciudadanos que emigraban a otros países en busca de oportunidades que se les negaban en su propia geografía. Hoy, con todo y la crisis que afectó al mundo y que fue muy dura en España, sobre todo en temas como el desempleo y la burbuja inmobiliaria, no se puede negar que ese país forma parte del primer mundo como resultado de los acuerdos políticos que permitieron definir un proyecto de nación que ha rendido frutos. Y aunque parezca poco relevante, la explosión en el desarrollo del deporte es reflejo de lo que se puede hacer en un país cuando hay políticas claras y se persiguen los objetivos con inteligencia. Aplaudir a la selección española es reconocer el trabajo de base que se ha hecho con los niños y los jóvenes que ahora constituyen esa élite que destaca tanto en el baloncesto profesional de Estados Unidos como en las más duras competencias de ciclismo, el tenis y el futbol mundial del que son campeones. Simplemente es resultado de acuerdos que permitieron a ese país decidir a dónde ir y cómo lograrlo.