El poder local


Editorial_LH

Se supone que la esencia misma de la democracia está en el poder local por la cercanía que hay entre el ciudadano y sus autoridades y el conocimiento más directo de los problemas y las necesidades, así como de las capacidades de quienes se postulan a los cargos para dirigir el Municipio. Y para contrarrestar el abandono a que los municipios fueron sometidos durante muchos años por el gobierno nacional, se dispuso dotarlos de recurso suficiente para que, con participación de la comunidad, pudieran planificar y administrar de mejor forma los recursos originados en cada jurisdicción para beneficio de los vecinos.


La idea era fundamental para promover una mayor democracia y un desarrollo más equilibrado del país. Sin embargo, como bien se dice, hecha la ley, hecha la trampa, porque los consejos de desarrollo no cumplieron su función y el dinero fue a caer a un grupo de Alcaldes convertidos en caciques que usaron los recursos precisamente para usos clientelares que les aseguren la reelección una y otra vez, haciendo de las municipalidades reductos para los pícaros que hacen negocios y se enriquecen con dinero público.
 
 Desde 1965 la Constitución establecía un aporte del presupuesto para los municipios, pero nunca se reguló ese aporte, ni se aprobaron mecanismos para hacerlo efectivo. En 1985 los constituyentes fueron tajantes y asignaron específicamente los fondos y la forma en que tenían que aportarse, lo que llevó dinero a las comunas que multiplicaron y hasta centuplicaron su capacidad financiera.
 
 Pero lamentablemente la falta de control y fiscalización y el exceso de mecanismos de corrupción y de impunidad, convirtieron esos recursos en caudal para el bolsillo de los alcaldes que se han podido enriquecer sin parangón en estos últimos años. No contentos con disponer de enormes recursos para hacer obra y quedarse con las consabidas comisiones, empezaron a crear sus propias empresas para contratar con el Municipio o a crear fideicomisos que les permitían exprimir hasta el último centavo del dinero que reciben.
 
Si comparamos el desarrollo municipal con la cantidad de recursos asignados veremos que está como el deporte, es decir, sin que guarde relación lo invertido con los logros obtenidos porque todo se lo roban los dirigentes. Y eso pasa prácticamente en todo nivel de municipios, desde los más grandes hasta los más pequeños porque la picardía no conoce límite alguno y vemos que en todos lados hay problemas de abastecimiento de agua, de transporte, de limpieza y drenajes. Encontrar un municipio que pueda ser señalado como modelo de desarrollo es tarea de titanes porque el adoquín es la expresión máxima de desarrollo en algunos lugares y en otros un mal remedo de transporte masivo.
 
 Total que el poder local se convirtió en podredumbre local y el ciudadano, para variar, salió perdiendo.

Minutero:
No alcanzan ya los baldes
para guardar los dineros
que se roban los alcaldes
que proceden cual cuatreros