El Poder Legislativo


Editorial_LH

Se dice que el Congreso de la República es la máxima representación nacional por su composición con diputados que en teorí­a actúan en nombre de quienes habitan en sus respectivos distritos electorales. En la práctica, los diputados representan, si acaso, a un partido polí­tico y en la mayorí­a de ocasiones únicamente sus propios y muy particulares intereses, valiéndoles literalmente madre lo que sea el interés nacional.

 


Pero en un sistema semiparlamentario como el nuestro, es un Gran Poder que tiene suficiente fuerza para extorsionar al Poder Ejecutivo y para conformar el Poder Judicial, lo que lo convierte en pieza fundamental de la institucionalidad, buena o mala, que existe en Guatemala. Ayer el Ministro de Finanzas dijo por enésima vez que los diputados no debieran manosear el listado geográfico de obras, pero ya sabemos que sus palabras caerán en el vací­o como ha ocurrido con infinidad de llamados en la misma dirección que se han producido en el paí­s.
 
  El Presupuesto General de la Nación generalmente es producto de un arduo trabajo entre la Secretarí­a de Planificación y el Ministerio de Finanzas por medio de la Dirección técnica conformada por expertos en programación y presupuesto. La Constitución establece su carácter programático y obliga a que toda partida de gasto tenga respaldo en alguna partida de ingresos, pero una vez en la Comisión de Finanzas del Congreso mandan al diablo las consideraciones técnicas y empieza el puro mercado de oferta y demanda de obras para saciar la voracidad de los diputados a cambio del voto.
 
  Un listado geográfico de obras tendrí­a que ser consecuencia de la planificación seria y objetiva realizada con base en el estudio de las necesidades de cada aldea, municipio, departamento o región. Sin embargo, no hay obra sin sobra y ello para que la tal sobra se la embolse el diputado y por lo tanto importa un pepino si hace falta una obra o si es más urgente otra. La que saldrá escogida es la que le interesa al diputado cuyo voto es crucial no sólo para el presupuesto, sino para otras cosas que le interesan al Ejecutivo.
 
  Los públicos cabildeos de diputados de la UNE y Gana para manosear el proceso de elección de magistrados es otro ejemplo de cómo lo que menos cuenta es el interés nacional. Queremos acabar la impunidad, crear el Estado de Derecho, pero a Fajardo y compañí­a le interesaban votos en las cortes para quedar bien con su jefa y lo demás lo mandaron al diablo.
 
  ¿Cree usted que el nuevo Congreso será distinto? Apostamos desde ya a que si algo cambia es que se inventen nuevas mañas, pero la probabilidad de que legislen por el paí­s siempre será nula.

Minutero:
Al pensar en diputados /
 y el futuro Congreso /
 no hay que exprimir el seso /
 pues ya vamos bien fletados