El pleno de magistrados de la Corte Suprema de Justicia ha honrado el acuerdo que alcanzaron el año pasado y pese a la existencia de dos grupos, como ocurrió en el período anterior, pudieron ponerse de acuerdo para realizar una elección rápida y sin problemas de quien ha de presidir ese Organismo del Estado durante un año. La magistrada Thelma Aldana tendrá la responsabilidad de la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia y del Organismo Judicial y sus retos tienen que entenderse como muy grandes.
En efecto, nuestro sistema de justicia adolece de muchas deficiencias y es importante entenderlas para buscar su superación. De entrada tenemos el vicio en el procedimiento de selección de las principales autoridades porque el régimen de las comisiones de postulación terminó prostituido al punto de que de manera pública, con no poco cinismo, se realizaron negociaciones que involucraron claramente a oscuros personajes que no tenían por qué meter sus manos en la designación de los magistrados de las distintas Cortes, tanto de Apelaciones como de la Suprema de Justicia. Las intromisiones de la hermana de la exprimera dama, del diputado Fajardo y de un abogado que ejerce amplio control sobre el Colegio de Abogados son hechos públicos que generan un problema serio que marca a la administración de Justicia.
Pero con todo y ello, es importante ver que hay esfuerzos que hace la sociedad guatemalteca, acompañada en este caso particular por la comunidad internacional por medio de la CICIG, para avanzar en el combate a la impunidad y a los vicios que son característicos de nuestro modelo. El aún presidente del OJ y de la CSJ, abogado Luis Arturo Archila, no entendió el papel crítico de la Comisión Internacional y cerró filas en defensa de una mala entendida autonomía de los jueces, defendiendo lo obviamente indefendible con un espíritu de cuerpo digno de mejor causa, pero no apropiado para apuntalar procedimientos viciados que eran signos evidentes de negación de justicia.
Ojalá que la licenciada Aldana tenga una actitud más abierta a entender que hay un problema y que el mismo no se puede ocultar bajo la alfombra como se ha pretendido, sino que se tiene que ventilar para que podamos aspirar a una justicia efectiva y a la reducción drástica de la impunidad. Debe cesar el peloteo entre el Ministerio Público y el Organismo Judicial para buscar quién es más culpable de las fallas en la administración de justicia, buscando cooperación efectiva para avances serios y sostenibles.
No importan los pleitos y los pruritos sino que importa la justicia y ojalá que la nueva Presidenta tenga una actitud menos complaciente para entender que la depuración no es un atentado contra los jueces, sino el fortalecimiento de la justicia.
Minutero
No se traiciona al buen juez
aceptando la depuración;
rechazarla es, al revés,
alentar la corrupción