«La técnica para librarnos del fantasear es la acción. La acción para alcanzar la meta que nos hemos fijado. La acción unida a la voluntad y al pensamiento definido nos llevará al éxito y encontraremos más satisfacción en la acción por sí misma que en el soñar». Colette Léculier
Quisiera definir mi columna en función del «poder» no en término político o entendido como las relaciones de sujeción, sino más bien el poder en función de la necesidad del cambio que reconfigura realidades íntimas y que se traducen en cambios sociales profundos.
A esto que en psicología se podría definir como frustración: deseos incumplidos, metas inacabadas, proyectos a medias y que muchas veces en la oscuridad de la noche nos lleva al insomnio acompañado de angustia por la incertidumbre que genera la situación que vivimos, situación que se repite cotidianamente en cualquier parte del mundo y que se matiza con su propia realidad doméstica. Esto puede llevar a considerar que solamente aquí pasan las peores cosas, que estamos en el peor país del mundo y ese pesimismo generalizado en algunos casos lleva a pueblos enteros al derrotismo y a la resignación.
Cuando los pueblos creen en el cambio, cuando perciben que las posibilidades de salir de la crisis no está en manos de otros y se ponen manos a la obra, cuando el discurso del ¡Sí se puede! se esparce y contagia no solamente de dinamismo sino de ideas nuevas, de esfuerzo, de unidad, de solidaridad, de trabajo, de voluntad colectiva, estamos en presencia repito de grandes cambios sociales.
Las grandes naciones, los grandes momentos de la humanidad han estado acompañadas de voluntad y pensamiento definido, como señala acertadamente Léculier, el tema es saber encontrar el rumbo que se desea.
Durante mis años en Israel pude aprender de un gran pueblo, decidido a construir una Nación, esto no es un milagro. Chile es otro ejemplo admirable de dedicación, Corea del Sur, Taiwán, India, China, Brasil, Suecia (que de ser una Nación empobrecida se constituyo en una sociedad de grandes transformaciones), podríamos continuar mencionando muchos otros ejemplos.
El subdesarrollo entonces, es una peculiar forma de concebir al desarrollo, en todo caso, el subdesarrollo no representa únicamente la falta de oportunidades, de medios. Para romper con el subdesarrollo habrá que potencializar al individuo generando bienestar, el bienestar entonces es el empoderamiento por medio de la capacidad de permitir al ciudadano generar poder, repito no como mecanismo de sujeción sino como empoderamiento que dinamice sus potencialidades.
El que es capaz de pensar es capaz de actuar, eso es querer poder – poder, anhelar el cambio, soñar el cambio, construir el cambio.
Cuando en mis columnas me permito abordar diferentes temas, que van desde el análisis filosófico, al político, pasando por el coyuntural o monográfico – descriptivo, pretendo apoyar modestamente en esa construcción mental que genera análisis y que nos conduce al debate que se traduce en ideas nuevas.
«Soñamos porque no sabemos vivir intensamente en el presente, no sabemos ver, ni observar tanto lo que nos rodea como lo que somos, no sabemos disfrutar el momento, no sabemos apreciar la belleza, no sabemos apreciar a los demás, no sabemos apreciar la vida. Y si no apreciamos lo que somos y lo que tenemos, la vida se nos escapará. No habremos vivido». Los invito a vivir, a no darse por vencidos, aun sabiendo que podemos estar mejor y no lo estamos, que no nos demos por vencidos, repito, y que despertemos del sueño y que entendamos que el cambio es posible gracias al trabajo de cada uno de nosotros como actores sociales, no importa nuestro rol, no esperemos que otros cambien para cambiar.