Honorato de Balzac no ha sido uno de mis autores preferidos, con excepción quizás de su obra «Papá Goriot» y «los Campesinos» y es de esta última que entresaco una frase que viene como anillo al dedo en los actuales, anteriores y posiblemente futuros momentos que vivimos, hemos vivido y viviremos: «la mayoría de las personas que se apropian de los bienes ajenos -dice-, por medios no previstos por la ley penal, se creen personas perfectamente honradas».
En efecto, esta frase se aplica de manera muy similar al añejo principio jurídico de que nadie puede ser juzgado por una acción que no esté tipificada como delito. Es decir, si una persona, como presidente del Congreso, «no se dio cuenta» de que un subalterno «jineteaba» plata de ese organismo, no cometió delito alguno y sigue siendo «honrado».
Si un sindicalista o varios sindicalistas para ser más exactos, se apropian de dinero de los agremiados (por ejemplo: magisterio, organismo judicial y otros) y les pagan a sus «asesores jurídicos» 10 millones en un caso y 2.5 millones en el otro, por negociar mejoras salariales. No está cometiendo delito alguno, porque no admiten que recibieron una «pequeña comisión», ya no digamos a los jueces que se corrompen para solucionar casos en favor de una de las partes porque, según una inoperante «Junta de Disciplina Judicial» «no existen pruebas sobre la comisión del delito», pese a informes precisos que en lo personal tuve oportunidad de ver, de la supervisión de tribunales que señala indicios suficientes para que el MP o la CICIG en último caso, realicen investigaciones más profundas para meterlos al bote, cosa que si alguna vez ello llegara a ocurrir, existe la posibilidad de que el proceso sea manipulado desde la Corte Suprema hasta el juez que conozca, salvo una que otra honrosa excepción.
Esto nos demuestra que el poder de la corrupción va muy de la mano con la impunidad, fuera de que si bien, no es delito, porque no hay una ley que limite el número de «asistentes, asesores o achichincles» que cada uno de los 158 diputados debe tener, se puede dar el caso, como informó Prensa Libre, de que el actual presidente en funciones tenga 20 asistentes, lo cual, a mi entender, también es corrupción.
La verdad de las cosas es que si se hace un repaso por los tres organismos del Estado, así como en otras instituciones autónomas, como las municipalidades, el Banco de Guatemala, la Usac, la CDAG, y el COI, observaremos que también se dan hechos similares y que el enriquecimiento ilícito -que sigue esperando que el Congreso lo tipifique como delito-, seguirá viento en popa.
Estas situaciones también nos lleva a equivocarnos, basados en lo que conocemos de algunas personas que como Meyer, sin tener con él amistad alguna, lo consideraba una persona honesta. Asimismo, si fuera cierto lo de los 20 «asistentes» que como diputado tiene Arístides Crespo, me sentiría defraudado, porque lo he considerado un buen político que puede cruzar ese pantano sin mancharse las plumas, al igual que Mario Taracena (fuera de su natural temperamento), y Ferdy Berganza, entre otros. Sin embargo, ahora ya me da temor mencionar nombres y apellidos, porque no sé si en el futuro aparezcan sombras que me lleven a nuevas decepciones, aunque me atrevo a felicitar al licenciado Carlos Mencos, Contralor General, porque hasta el momento va por buen camino, máxime si recordamos a sus antecesores.
Considero que si el Congreso quiere limpiar su imagen debe de aprobar una serie de normas para verdaderamente transparentar la función pública como por ejemplo cambiar la estructura de la «Junta de Disciplina Judicial», fortaleciendo las funciones de la Contraloría y de la Superintendencia de Bancos, reformando el Código Penal para calificar nuevos delitos como el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilícito, reformando la ley orgánica del Congreso para limitar el número de asesores, asistentes, secretarias, diputados y comisiones entre otras cosas. Si alguien va a ser funcionario de algo, se deben ver sus méritos personales y no solamente que trabajó por el partido, que es mi cuate, que es mi pariente, que me quemó cuetes, que cosía mis botones o que es de mi confianza, que es lo que basta para tener un buen «currículum».
Berger cuando nombraba a «Perico de los Palotes» para un cargo, decía que «era de toda su confianza» y eso bastaba, igual hacen los voceros del actual Presidente. Y termino con una frase que no es mía (y tampoco sé de quién): «no confíes en todos los hombres, sino en los que se lo merecen. Lo primero sería tontería y lo segundo, prudencia».