El nombramiento de los embajadores, de los cónsules y personal del servicio diplomático de Guatemala es responsabilidad del Presidente de la República, donde coadyuva el vicepresidente, asesora y propone el Ministro de Relaciones Exteriores, supuestamente se basan y orientan en la Ley de Servicio Diplomático.
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Los ministros y viceministros, igual que en todo ministerio, son personal de confianza y supuestamente políticos que el Presidente y su tendencia gubernamental escogen para un mejor resultado.
En países como Estados Unidos ningún embajador puede ser nombrado si no es evaluado y aprobado por el Legislativo, a través del Senado. Un embajador y un cónsul no sólo deben de contar con la confianza de quien los nombra sino sin duda alguna deben ser poseedores de un título universitario y tener la suficiente educación y preparación para representar adecuadamente al país, servir a los guatemaltecos que residan en el extranjero y auxiliar a los que se encuentren de visita o como transeúntes en el país donde están acreditados.
La totalidad de los embajadores deberían de ser guatemaltecos naturales y la mayor parte miembros de la carrera diplomática, aunque siempre existe, tanto en Estados Unidos como en otros países que conozco, léase Chile, un porcentaje de embajadores escogidos políticamente, prueba de ello es que el padre de John F. Kennedy fue un embajador político en Inglaterra y los últimos cinco embajadores de Chile en Guatemala han sido políticamente escogidos y nombrados.
Esto no justifica que si no saben representar al país y al Gobierno, no se les nombre o si se les ha nombrado no se les reemplace si no cumplen con el trabajo que deben en todo caso hacer. Los mejores testigos de si un embajador o un cónsul han sabido responder al nombramiento y a la confianza que este representa son los guatemaltecos residentes en los respectivos países o los visitantes temporales.
Hay sedes consulares donde el principal apoyo para repatriar a un deudo o a un guatemalteco enfermo son los cónsules y si estos brillan por su ausencia, porque creen que tienen una beca para estudiar o para divertirse, los grandes afectados son nuestros compatriotas.
Si no tenemos embajadores preparados y de altura, sino tenemos “simples viajeros a cargos de nuestras sedes” como lo preguntara recientemente el Diario La Hora, Guatemala sale perdiendo por los errores u omisiones del servicio diplomático o consular, tal es el caso de la gestión del referéndum sobre Belice, donde el embajador de Guatemala y la Cancillería, injustificadamente no se percataron que de forma muy ladina el Gobierno de Belice modificó las normas legales atingentes a un referéndum, estableciendo que si no concurría el 60% de la población empadronada a votar, no importando la respuesta que predominara, sí o no, el referéndum no era válido y por ello el actual canciller beliceño, Elfrid Erlington, declaró a los medios escritos de Guatemala, recientemente, que su país no modificaría su legislación respectiva, ni aceptaba cambiar la fecha de la consulta. En otras palabras, ladinamente quieren que Guatemala gaste Q260 millones por gusto y por supuesto que el resultado sea cero.
Otro ejemplo de error es haber nombrado a un argentino, contratista de publicidad de la campaña y del Gobierno, nacionalizado a la rápida, embajador en el Uruguay, como que si no existieran miles de miles de profesionales en Guatemala y un par de cientos de políticos preparados para representarnos diplomáticamente. Ojalá que saquen las patas, aborten la consulta y destituyan al embajador en Uruguay.
¡Guatemala es primero!