El penúltimo juicio


Eduardo-Blandon-Nueva

El caso Mario Orantes no es algo que deje indiferente a nadie en el mundo católico.  Por una parte, desde las autoridades eclesiásticas, es una papa caliente que quisieran finiquitar prontamente.  Hay resentimiento, vergüenza, pena y hasta un cierto sentimiento de solidaridad de algunos hacia el hermano que presume su inocencia.  Por otro lado, el laicado más objetivo, pero quizá más sensible, ven al acusado y reclaman justicia, no sin sentir también profundo dolor.

Eduardo Blandón


Orantes ha dividido a todos, como quizá sucede en casos como este.  Por la cárcel o por el hospital han desfilado, desde príncipes de la Iglesia, se dice que el Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga de Honduras lo visitó en al menos una ocasión, curas salesianos, clero diocesano, monjas y, cómo no, laicos.  Todos mostrando piedad, pero dudosos sobre la rectitud del actuar del monje involucrado en el acto fatídico e innombrable.  

Muy indulgentes todos pero no bobos.  Mario Orantes debe una explicación sincera de lo ocurrido en aquel día infame y el tribunal eclesiástico le pedirá cuentas.  Si continúa actuando como lo ha hecho hasta ahora, disimulando, callando y sembrando dudas hasta en su mirada esquiva, la Iglesia terminará saldando cuentas y entonces sí será el fin del exiguo crédito que aún le quedaba.  Los días que vienen serán definitivos para el cura y más le vale que sopese bien su actuar.

El Arzobispo de Guatemala, Monseñor Óscar Julio Vián, conoce bien a Mario Orantes porque él mismo fue salesiano.  Se trata de un juicio al hermano con el que compartieron ideales y carisma.  Pero sé de buena fuente que quiere hacer justicia y por consiguiente ha convocado a un tribunal independiente que respetará y no tendrá ninguna pena en acatar su veredicto.  Por eso digo que el sacerdote enfrenta su futuro eclesiástico en las fechas que se avecinan.

Pero no solo Mario vive un momento histórico y fundamental, sino la propia Iglesia Católica.  Tanto los fieles como los que viven al margen de la fe, tienen los ojos abiertos para observar un juicio que se espera justo y modélico.  Las autoridades eclesiásticas deben mostrarse en consecuencia abiertos, honestos y sinceros.  Lejos de toda secretividad y misterio.  El mundo entero debe conocer los argumentos y el balance final de las decisiones.  

Evidentemente, muchos quizá queden inconformes, como en todo, pero se apreciará por sobre todo la honestidad, la franqueza y la transparencia.  El juicio a Mario Orantes marcará el primer semestre del año 2013, está en manos del sacerdote acusado y las autoridades de la Iglesia el escribir una página hermosa o deleznable en la historia de Guatemala.