Uno de los primeros cursos de la Facultad de Derecho nos enseña al respecto de las Formas de Autocomposición, estas, para quien no esté familiarizado con la materia, no son más que las diferentes formas de la resolución de conflictos, de aplicación de la justicia y se estudian, dentro de otros ángulos, desde una perspectiva histórica, empezando con el hombre de las cavernas y su teoría del mazo en la cabeza del vecino; los duelos entre caballeros, donde «la justicia» estaba a favor de quien mejor puntería y mejores armas tuviera; hasta llegar a los tiempos del Estado de Derecho, en donde renunciamos a aplicar justicia por propia mano, en el que reconocemos que deben de imperar unas normas de observancia obligatoria, contra las que no se puede alegar ignorancia y desconocimiento; que crean derechos y obligaciones para todos y que al transgredirlas nos hacemos acreedores a una consecuencia, una sanción, impartida por un tercero al que se acostumbra denominar Juez.
Sin lugar a dudas, a primera vista, el camino al Estado de Derecho parece ser más largo y tortuoso que el del mazo o la bala, sin embargo, debe de ser considerado este como el destino al que debemos de evolucionar y digo debemos, dado que evidentemente hay oportunidades en las que parece que hemos salido del camino y retrocedido en la historia. Si es la ley de observancia obligatoria para el ciudadano de a pie, lo es por mandato y responsabilidad aún más para el funcionario público y no puede este bajo ninguna circunstancia hacer caso omiso de ella y tomar la justicia por su propia mano. Es claro que en un País en donde los índices de violencia alcanzan niveles alarmantes, donde la población se siente desprotegida y el Presidente recomienda que nos aguantemos, no apetece quedarnos a esperar a que la justicia se dé y mucho menos esperar a ver que sea pronta y cumplida, esto pone en riesgo la credibilidad del Estado de Derecho y puede hacer creer al Ciudadano es que hora de tomar justicia por propia mano. Cuando es una Autoridad, distinta a un Juez, la que toma lo que supone la justicia, por propia mano y su accionar cobra la vida de una persona se tipifica el delito de Ejecución Extrajudicial, a mi juicio la máxima expresión de la negación del Estado de Derecho, pues quien está obligado a defenderlo y promoverlo, lo desconoce, lo pisotea y lo desprestigia. Ese accionar, de ser probado, debe de acarrear una sanción ejemplar para aquellas personas que resulten responsables de los actos sin importar que tan meritorio o no se pueda considerar el fin, pues el fin jamás debe de justificar los medios. Tal parece que en la imagen con la que identificamos la justicia, aquella dama vestida de blanco y con ojos vendados, la balanza ha sido suplantada por el péndulo, olvidando que la justicia debe de ser ecuánime, imparcial, igual y nivelada para todos y que todos estamos sujetos a la misma, empezando por las autoridades y no un péndulo, el cual mientras más empujemos de un lado, con más fuerza regresará y pegará destruyendo al otro.