Harold Soberanis
En una ocasión, Sartre definió al intelectual como «aquel que es fiel a un conjunto político y social, pero no deja de discutirlo». Tratar de definir qué es un intelectual y cuál es el papel que debe jugar en su entorno social, ha sido una preocupación de los mismos intelectuales en todos los momentos de la historia.
Como toda cuestión teórica, no es fácil dar una definición de lo que se puede entender por un intelectual y de su papel en la sociedad. Sobre todo ahora, en estos tiempos, en que muchos autodenominados intelectuales han desprestigiado el oficio.
A mi juicio, la definición que da Sartre de un intelectual es bastante acertada. Todo intelectual debe asumir una posición definida y defenderla. Esto no obsta para que cuestione su propia ideología y revise continuamente sus mismas tesis. Ningún intelectual puede pretender que su pensamiento sea un dogma incuestionable. Su propia honestidad intelectual, le exige revisar constantemente su pensamiento, ajustando al momento actual lo que deba ser ajustado.
En una de sus obras, Marx dijo que no era «marxista». Yo interpreto esta afirmación, precisamente en el sentido de que ningún pensador, por mucho que confíe en su sistema, puede pretender que sea absoluto. Siempre existe la posibilidad de revisarlo y replantearlo. Además, es necesario considerar otras posiciones que pueden echar luces a la propia. El verdadero intelectual, pues, debe siempre estar abierto a otras maneras de ver las mismas cosas.
Respecto al papel que todo intelectual debe jugar en su sociedad, creo que es la de servir de guía, sin creerse infalible o dueño de la verdad. Sin embargo, debe asumir una posición y esto ya implica presuponer como válidas y verdaderas ciertas ideas, pues de lo contrario no cumpliría con su rol, es decir, el de ser orientación a los demás.
Sin pensar en que su concepción de la realidad sea absoluta, sí deberá estar seguro y confiar firmemente en determinadas tesis, abriéndose a otras posibilidades. El intelectual es una especie de conciencia crítica de su época y su sociedad, señalando los caminos por donde ésta deberá conducirse. Puede que se equivoque, al fin y al cabo es un ser humano, pero deberá tener la suficiente honradez para reconocer lo equivocado o no de su planteamiento.
Por otro lado, en tanto ser social, el intelectual no desarrolla su trabajo de manera aislada. Su propia actividad está determinada por la de los demás y deberá saber articularla con otros saberes para complementarla.
Debo reconocer que cuando estoy hablando de lo que es un intelectual, estoy pensando en el filósofo, por ser ésta mi propia profesión, pero en ningún momento rechazo la figura de un escritor o científico, por ejemplo. Estos también, en su profesión desarrollan un trabajo intelectual.
También debo reconocer que asigno mucho valor a la actividad intelectual por encima de la manual, sin negar el valor que ésta pueda tener. Y esto se debe, al menos en mi caso, a la influencia que los mismos filósofos ejercen sobre mi pensamiento, especialmente Aristóteles.
En efecto, es Aristóteles quien, en su propuesta ético-política, reconoce la superioridad de la actividad intelectual. Para el Estagirita, como sabemos, la filosofía es la más digna de las ciencias humanas, precisamente porque no tiene un fin ulterior y se basta y justifica a sí misma. Esta autonomía le da, a la filosofía, un valor superior. De ahí que el filósofo, es decir quien se dedica al cultivo de la filosofía, sea el más independiente de los hombres y su actividad tenga más valor. Además recordemos que estos pensadores griegos despreciaban de suyo el trabajo manual, por considerarlo indigno del hombre libre, del ciudadano.
Esta posición puede ser cuestionada, y de hecho lo es, pero me sirve para lo que quiero ilustrar, esto es, el valor del trabajo intelectual. En sociedades como la nuestra, donde aún no resolvemos una serie de problemas que otras sociedades ya han superado, el trabajo intelectual es despreciado y quien se dedica a él es visto como un parásito. Esta es una visión totalmente equivocada y responde al poco valor que se le asigna al trabajo intelectual. Países del primer mundo, como USA, por ejemplo, es puesto frecuentemente como modelo del desarrollo tecnológico. Pero se olvida que si bien posee un alto nivel de desarrollo científico y tecnológico, esto se debe a que posee una fuerte base teórica sin la cual aquél hubiese sido imposible alcanzar tal desarrollo. Estos países del primer mundo, pues, valoran altamente el papel que sus intelectuales juegan en sus sociedades.
De esa cuenta, creo que se debe ir cambiando la concepción que se tiene del intelectual y su trabajo y reconocer que sin él las sociedades están desorientadas lo que impide que alcancen el nivel de desarrollo que se desea. El intelectual, pues, es necesario e importante en las sociedades, ya que sin él éstas se encuentran a la deriva. De ahí el papel que juegan en su entorno que es, en resumidas cuentas, la de servir de guía y conciencia crítica a sus sociedades.