Hace poco me comentaron de la invitación pública que hizo un joven político a la ciudadanía para que participe activamente a fin de evitar que tengamos gobiernos electos por minorías, criticando la abstención de los electores para emitir el sufragio. Obviamente todo dirigente de partido político tiene que convocar a los guatemaltecos a que sean parte del sistema, que se sumen a su propuesta y que, votando, le den aval al sistema que ellos representan.
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Yo, en cambio, pienso que la abstención es una forma concreta de repudiar un sistema corrupto porque significa el rechazo a la forma en que se manipulan las elecciones en nuestro país, donde lo que cuenta al final es el dinero que pueden juntar los partidos para realizar su campaña, lo que pervierte de raíz el concepto mismo de la democracia. El que vota nulo está diciendo que ninguno de los candidatos le gusta, pero el que se abstiene está demostrando que no cree en el sistema.
Si hubiera un partido político que rompiera con el molde de lo que se hace en las campañas nacionales, un partido con el valor de convertirse en opositor del sistema, denunciando lo que realmente pasa y la forma en que los puestos públicos son comprados, generando así una dependencia diabólica entre los funcionarios y los financistas de las campañas políticas, seguramente que habría gente que pensaría en participar. Si un partido político tuviera dirigentes con el valor suficiente de ser anti sistema, de explicar las perversidades del modelo que se sigue en el país y que dejara de vender curules o las candidaturas para puestos edilicios, seguramente atraería a una buena cantidad de gente que está harta de lo que hacen por tradición nuestros dirigentes partidarios.
El problema es que no tenemos un solo partido político que rompa el molde y se aparte de la costumbre, quizá porque en el fondo todos tienen no sólo dirigentes de la misma clase, sino también las mismas aspiraciones de usar el poder para su propio beneficio. No hay organizaciones en el país que le den al afiliado su lugar, que tomen realmente en cuenta a sus bases, si es que las llegan a tener, para postular candidatos porque las postulaciones se deciden por el monto de los aportes que cada uno de los interesados pueda hacer y el sentimiento de los miembros de los partidos, de quienes conforman esa base, no cuenta en absoluto.
El que asista más o menos gente a las urnas el día de las elecciones no legitima realmente a gobiernos que no surgen de un mandato popular y que, por lo tanto, no están interesados en honrar ningún compromiso con la población porque todo se lo deben a los financistas que les permitieron derrochar millones en campañas que son palabrerío inconsistente.
El común denominador entre los ciudadanos es que no se ve luz al final del túnel y todo mundo comenta que el panorama electoral no es para nada alentador. Y mientras no surja un movimiento que denuncie los vicios del sistema y se comprometa a impulsar cambios, no habrá la menor esperanza.