En las condiciones en que se encuentra Guatemala, con la criminalidad desatada y la inseguridad afectando a todos los estratos de población, el papel de la Policía Nacional Civil se vuelve clave para encontrar soluciones preventivas y de investigación para enfrentar ese terrible flagelo, pero hechos como el ocurrido la semana pasada tras la incautación de droga en Puerto Quetzal, cuando tres agentes resultaron muertos en un confuso incidente que obliga a pensar en la posibilidad de alguna irregularidad en el procedimiento, generan la desconfianza ciudadana respecto al papel que juegan quienes están llamados a proteger a la ciudadanía.
Desafortunadamente en el caso de cualquier policía del mundo, pesa más lo malo que haga un agente que lo bueno que puedan hacer cien de ellos por las implicaciones que tiene el mal uso del poder que tienen los agentes de la fuerza pública. Como cualquier sociedad, debemos ser intolerantes con los abusos y excesos de agentes que se involucren en hechos delictivos que cometen para obtener beneficio personal. No es tolerable que haya tanto problema como los que hemos visto con agentes que, en el tema concreto de la droga, parecieran aprovechar su posición, inclusive corriendo riesgos de muerte, como se demostró con el caso de la masacre de los agentes asesinados en Salcajá.
El proceso de institucionalización de una efectiva y eficiente policía en Guatemala es urgente porque resulta que nuestra fuerza pública fue producto de un proceso de reciclaje en el que se cambiaron uniformes, nombre de la institución y distintivos, pero no las viejas costumbres adquiridas durante muchos años de corrupción en los que los agentes tenían cuotas que cumplir para mantener llenos los bolsillos de sus jefes, además de que fueron utilizados como parte del aparato represivo y criminal del Estado, contaminando hasta el tuétano a la policía llamada a ser garante del orden y la legalidad.
Lo que hemos visto con, para decirlo de alguna manera, polvo de aquellos lodos y por lo tanto es indispensable que se avance en la reforma policial para dignificar a la institución y a quienes la integran, no sólo mediante la profesionalización y respeto a sus miembros, sino que también con la implementación de acciones preventivas para impedir que las tentaciones impuestas por la presencia del crimen organizado que todo lo contamina, hagan más daño mediante el soborno o las promesas de enriquecimiento que terminan siendo muy atractivas para un contingente que no se siente valorado.
Minutero
Cuando estamos en el marco
de ambición tan enorme
es evidente que el narco
deja a más de uno conforme