Admitir una profunda vergí¼enza por la acción de sacerdotes involucrados en escándalos sexuales, especialmente contra menores de edad en Estados Unidos, fue una declaración meditada del Papa Benedicto XVI durante la conferencia de prensa en el avión Pastor Uno, cuando desde el Vaticano se dirigía a Estados Unidos. Con este testimonio expresó su indignación por un hecho tan lamentable y fue el indicador para determinar propósitos a cumplir durante su primera visita a territorio estadounidense. Por esta razón sus expresiones a favor de los derechos humanos de los inmigrantes forman parte de una lógica cuyo eje central se encuentra en el respeto para quienes han decidido dejar sus países en busca de mejores alternativas de vida.
Joseph Ratzinger -el Santo Padre para la iglesia católica- llegó a Estados Unidos donde fue recibido afectuosamente por millones de personas, en medio de la tensión política por la contienda electoral estadounidense y sin desconocer las actividades en Estados Unidos contra la inmigración, en especial de origen hispano: se han incrementado las detenciones contra indocumentados e indocumentadas (especialmente por medio de redadas), y creció el número de deportaciones. En su inicial comunicado conjunto el Papa, junto al presidente George Bush, establecieron «la necesidad de una política coordinada sobre la inmigración, especialmente el trato humanitario y el bienestar de sus familias». Esta importante declaración debe impulsarse para ser parte de la cotidianidad. Sólo de esa manera se evitará la xenofobia, intimidación, y el temor de hombres y mujeres a ser capturados, porque dejan en mala situación económica a la madre o el padre de niños y niñas, quienes son los más afectados cuando realizan esas operaciones las autoridades migratorias o por grupos que persiguen y capturan indocumentados, básicamente en Arizona, sin tener la personalidad jurídica correspondiente. «Esto -dijo el Papa- es verdaderamente peligroso para el tejido social, moral y humano».
El Papa Benedicto XVI expuso públicamente su posición de defensa a la inmigración porque significa respetar la dignidad de personas cuyo objetivo es trabajar sin causar problemas en la nación de destino. También debe establecerse como implicación destacada de la visita del Papa a Estados Unidos, el fortalecimiento de la migración laboral como una prioridad pastoral. Para los creyentes, los inmigrantes no pueden ser parte de ningún acto de discriminación, pues humilla la dignidad humana.
Además, como se estableció en la Conferencia Regional de Puebla en 1992, la migración laboral favorece al país emisor y receptor de migrantes. Asimismo, no puede calificarse de ilegales a seres humanos en una nación diferente a la suya, pues criminaliza a personas que no han cometido ningún delito y tiene un carácter negativo para la condición humana. Existen personas documentadas e indocumentadas y todos tienen los mismos derechos.
Continuar con acciones para compartir con los inmigrantes las actividades diarias de la vida y recibir a los foráneos con calidez -tal como expresó el Papa durante su intervención en el Santuario de la Inmaculada Concepción en Washington- fortalece el compromiso cristiano de solidaridad humana; de igual manera, coadyuva a superar prejuicios y hostilidad. Se trata de comprender la necesidad de una adecuada integración socioeconómica de quienes son parte de la migración laboral.
Las expresiones del Papá Benedicto XVI con relación a la defensa de los derechos humanos de la población migrante fortalece lo expuesto por diferentes organismos internacionales, entre ellos la ONU, de no marginar a ningún emigrante laboral por ser miembro de una determinada raza, discriminarlo por su sexo, considerar su idioma inferior al del país donde se encuentra, por practicar la religión que considere más conveniente (su visita a sinagogas en Estados Unidos fortalece esta afirmación), ni segregarlo por su origen nacional o social; de igual manera, ningún gobierno puede censurar sus opiniones ni agredirlo por su posición económica o cualquier otra norma establecida de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Las expresiones del Papa con relación a la defensa de los derechos humanos de los migrantes, es expresión de continuidad. Este hecho se encuentra inmerso en las acciones realizadas, entre otros, por el beato Juan Bautista Scalabrini, quien vivió inmerso en la problemática de la migración laboral, especialmente en el siglo pasado y, en la actualidad, los albergues y ayuda en general para los migrantes de los scalabrinianos se encuentran en las fronteras de Guatemala, México y Estados Unidos.