El Papa Benedicto XVI rindió homenaje este viernes a las víctimas del Holocausto en Viena, donde inició su andadura de peregrino con una veneración a la Virgen en la que ahondará en el santuario de Mariazell durante su visita a Austria.
Bajo una lluvia persistente el Sumo Pontífice dio los primeros pasos de su peregrinación en Viena, donde acudió a la Mariensaule (Columna de la Virgen) para dar culto a María, el verdadero objetivo de su viaje de tres días que le servirá de trampolín para abordar los desafíos de la fe en Europa.
Unos mil fieles le esperaban ataviados con impermeables y paraguas blancos y amarillos, colores del Vaticano, al son de la música.
Tras invitarles a depositar bajo el manto de la Virgen sus problemas y preocupaciones, el Papa, quien no se ha recuperado completamente de la ronquera que sufre, se encaminó a la Plaza de los Judíos (Judenplatz).
Allí, acompañado por el rabino Paul Chaim Eisenberg y un puñado de representantes de la comunidad judía, el Pontífice rindió tributo a todos aquéllos que sufrieron los crímenes del régimen nazi.
Con las manos entrelazadas el Papa permaneció unos instantes en silencio ante el monumento, un cubo de cemento que representa una biblioteca herméticamente sellada que ha enmudecido para siempre.
«Es el momento de expresar nuestra tristeza, nuestro arrepentimiento y nuestra amistad a los judíos», comentó Benedicto XVI a un grupo de periodistas que lo acompañaban en el avión que lo trasladó de Roma a Viena.
Momentos antes el cardenal y arzobispo de Viena, Christoph Schonborn, tras recordar que María y los Apóstoles eran judíos, fue más lejos al afirmar que «una de las tragedias de esta ciudad, es que olvidó injustamente sus raíces, que incluso las negó hasta el punto de llegar a la voluntad impía de destruir este pueblo, el pueblo amado de Dios».
Durante su Pontificado, iniciado en abril de 2005, el Papa alemán ya había recordado este capítulo negro de la Historia en el campo de concentración de Auschwitz, en mayo de 2006.
En Austria Benedicto XVI se siente como «en casa». Lo repitió tras descender del avión en un hangar del aeropuerto vienés de Schwechat, puesto a su disposición para evitar que se empapara por la lluvia.
Después de los honores militares, y ante la presencia del presidente federal, Heinz Fischer, el Papa describió a Austria como «un espacio cultural en el corazón de Europa que trasciende fronteras».
Antes de abandonar Roma, Benedicto XVI declaró a los periodistas su intención de «hablar de Europa y de sus raíces cristianas».
Durante su visita oficial a Austria, un país que ha sufrido una sangría de fieles en las últimas décadas, el jefe supremo de la Iglesia Católica se propone transmitir mensajes que calen en todo el Viejo Continente.
Pese a haber insistido en que no se trata de un viaje político, el Papa mantendrá un encuentro el viernes por la tarde con las autoridades locales y el cuerpo diplomático en Viena, con quienes quiere hablar del pasado y del futuro, según sus propias palabras.
La verdadera razón de su viaje, no obstante, es la conmemoración, el sábado, del 850 aniversario de la fundación del santuario de Mariazell (La Virgen de la Celda), uno de los principales lugares de peregrinación de Europa central, donde le esperarán unos 33.000 peregrinos.
El Papa adelantó que será un peregrino más en «compañía de peregrinos de nuestros tiempos».
Su viaje a Austria, inspirado en el lema «Mirar a Cristo», ha movilizado un dispositivo de seguridad en el que participan unos 2.200 efectivos.
Pide protección
Benedicto XVI oró el viernes ante la Columna de María, donde le pidió que proteja a Austria e invitó a los fieles a dejar sus preocupaciones bajo su manto, en la primera parada vienesa de un viaje de peregrinación de tres días que le llevará al santuario de Mariazell.
El Papa, algo afónico, insistió en la importancia de la devoción a la Virgen para los católicos ante unos mil fieles enfundados en impermeables en la céntrica plaza vienesa de Am Hof, donde se erige la Mariensaule.
«En su sentimiento materno María acoge hoy bajo su protección a personas de todas las lenguas y culturas, para conducirlas todas juntas, en una unidad multiforme, hacia Cristo; podemos volvernos hacia ella con nuestras preocupaciones y nuestras necesidades», comentó.
Entre los fieles destacaban los representantes de las comunidades de lengua extranjera de la archidiócesis de Viena y el cardenal Christoph Schonborn, arzobispo de la ciudad, pero también muchos jóvenes que habían calentado motores bajo una lluvia persistente desde primeras horas de la mañana con una ’Fiesta de la Fe’, animada por vídeos, cánticos y entrevistas.
Maddalena Goeth, de 12 años, parecía encantada con la espera pasada por agua. «Tengo muchas ganas de ver al Papa, me gustaría poder hacerle muchas preguntas», comentó a la AFP. Tendrá que esperar otra ocasión.
La Mariensaule, construida por el emperador Fernando III en agradecimiento por la liberación de Viena de un gran peligro e inaugurada hace 360 años, también «debe ser para nosotros una señal de esperanza», dijo el Papa, quien pidió su protección para Austria.
Los fieles por su parte incluyeron entre sus peticiones de oración la paz e hicieron mención a «todos los hombres y las mujeres a quienes se les confía una nueva vida desde el momento de la concepción», en alusión al combate de la Iglesia contra el aborto.
El papa Benedicto XVI rindió homenaje este viernes a las víctimas del Holocausto con una plegaria silenciosa ante el Memorial de la Plaza de los Judíos de Viena, todo un gesto con la comunidad judía en su primer día de visita a Austria.
Acompañado por el rabino Paul Chaim Eisenberg, el Pontífice rindió homenaje a todos aquéllos que murieron o sufrieron por los crímenes del régimen nazi ante el Memorial del Holocausto, al lado del lugar donde se hallaba la antigua sinagoga, en la Judenplatz.
Con las manos entrelazadas, el Papa permaneció unos instantes en silencio ante el monumento, un cubo de cemento en forma de rectángulo que representa una biblioteca herméticamente sellada, cuyos muros se han quedado mudos.
«Es el momento de expresar nuestra tristeza, nuestro arrepentimiento y nuestra amistad a los judíos», comentó Benedicto XVI a un grupo de periodistas que lo acompañaban en el avión que lo trasladó de Roma a Viena.
Durante el régimen nazi, 60.000 judíos austríacos perdieron la vida y unos 125.000 partieron a un exilio forzoso.
El Memorial de la Judenplatz tiene un profundo carácter simbólico. Los títulos de los libros no están a la vista, sino al revés, contra la pared, por lo que se ven obligados a callar para siempre las historias de las vidas segadas por la guadaña del nazismo.
El cubo está rodeado por baldosas en las que están grabados los nombres de los lugares donde perdieron la vida los judíos austriacos durante el nazismo.
El Papa ya recordó el sufrimiento de las víctimas del Holocausto durante su visita al campo de concentración de Auschwitz, en mayo de 2006, al concluir un viaje a Polonia.
Entonces, pronunció un discurso, no exento de polémica, en el que se preguntó: «Â¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?».
La Judenplatz, guarda otros terribles recuerdos. Según el texto oficial del programa del Papa, fue testigo de otra persecución en 1421, cuando se levantó un movimiento antijudío, en el que participaron católicos.
En esa ocasión, 300 judíos prefirieron morir a la conversión forzosa al cristianismo. Doscientos de ellos fueron quemados vivos, afirma el programa papal.
Aunque la Iglesia católica ha expresado en varias ocasiones su arrepentimiento por estos sucesos, la oración del viernes constituye un gesto de reconciliación adicional en este sentido.
Momentos antes, ante la Mariensaule (la Columna de la Virgen), en la céntrica plaza vienesa de Am Hof, el arzobispo de Viena, Christoph Schonborn, urgió a los fieles a no olvidar sus raíces.
«Nunca debemos olvidar nuestras raíces y la tragedia de esta ciudad es que aquí hemos olvidado nuestras raíces, que hemos negado esas raíces hasta llegar a eliminar un pueblo», dijo tras recordar que Pedro, María y los Apóstoles eran judíos.
Durante su Pontificado, iniciado en abril de 2005, el papa alemán hizo otro gesto histórico, que caló hondo, esta vez, en el mundo musulmán.
Las imágenes de su visita a la Mezquita Azul y su momento de recogimiento en oración junto al Gran Mufti de Estambul a finales de 2006 dieron la vuelta al mundo.