El papa Francisco llegó a Tierra Santa como peregrino, pero también como alguien que busca movilizar al mundo. Y para ello quiere derribar muros y construir puentes.
Jerusalén / Agencia dpa
Pero las diferencias entre Israel y los palestinos son profundas y, además, es grande la desconfianza. Muchos mediadores poderosos y con buenas intenciones que llegaron a la región antes que Francisco tuvieron que darse por vencidos.
Pero cuando el lunes por la noche Francisco inició su viaje de retorno a Roma desde Israel, lo hizo con la esperanza de darles pronto la bienvenida en el Vaticano a los presidentes de los israelíes y palestinos para una oración conjunta por la paz.
En su viaje de tres días a Cercano Oriente, el Papa argentino no dejó nada sin intentar para alentar a las personas a trabajar por la paz.
En el Monte del Templo, uno de los sitios más sagrados de judíos y musulmanes, predicó a favor del «respeto y el amor» entre las religiones y condenó la violencia frente al controvertido gran muftí.
Habrá que dejar pasar tiempo para evaluar el éxito de sus esfuerzos. Al fin y al cabo la región es un polvorín, tanto desde el punto de vista político como religioso, y en la vecina Siria se desarrolla una guerra civil, contra la que Francisco se manifiesta permanentemente.
Pero, ¿la palabra del Papa será escuchada por los islamistas radicales que combaten en Siria y por el régimen del mandatario Bashar al Assad?
«Relaciones respetuosas entre judíos, cristianos y musulmanes», fue el lema de Jorge Mario Bergoglio, de 77 años, en Jerusalén. «Reconozcámonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas», imploró Francisco con el fin de que las relaciones entre ambas religiones sean más armónicas.
«Juntos podemos ofrecer una gran contribución para la paz», propuso a los rabinos en Israel. Y es que al parecer, las diferencias no preocupan al Papa.
El Pontífice, que ya ha destacado por sus sorpresas, volvió a hacerlo en Belén. Primero, saliéndose espontáneamente del protocolo, hizo una parada frente al controvertido muro que construye Israel para separar el país de los territorios palestinos. Allí oró durante algunos minutos, como si hubiese querido derribar con sus fuerzas espirituales las placas de cemento cubiertas con graffiti.
Uno de los escritos dice: «Belén parece el gueto de Varsovia».
Las críticas israelíes por este gesto fueron minimizadas por el portavoz del Vaticano Federico Lombardi, con la desenvoltura que lo caracteriza: «Eso no me sorprende».
Hay que mirar positivamente este acto, opinó. El Papa también pidió «Nunca más, Dios, nunca más» en el Memorial Yad Vashem sobre el Holocausto en Jerusalén, indicó el portavoz.
Luego, Francisco invitó a los Presidentes de israelíes y palestinos a una oración por la paz en el Vaticano, en momentos en que la búsqueda de una solución para el prolongado conflicto en Cercano Oriente volvió a fracasar.
Ambos aceptaron la invitación. El presidente israelí y premio Nobel de la Paz, Shimon Peres, abrazó al «Papa de la paz» con sus ambiciones en materia de política exterior.
El Osservatore Romano mencionó el 6 de junio como fecha para la oración, pero las decisiones sobre la guerra y la paz se toman en otro lado.
También fue una novedad con una importante fuerza simbólica la celebración ecuménica en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Por primera vez se reunieron allí católicos y ortodoxos para orar juntos.
El primer encuentro histórico del entonces papa Pablo VI con el patriarca de Constantinopla Atenágoras ocurrió hace ya cinco décadas.
También dentro de la Iglesia cristiana se debe volver a trabajar en pos de la unidad. Con pasión, según opinó la mano derecha de Francisco, el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin.
Si bien no pudo derribar muros, el Papa argentino tenía previsto plantar en Jerusalén dos olivos como símbolo de la paz.
Cuando el Papa regrese a Roma esperará en el Vaticano a Peres y Abbas para que sea escuchada su oración conjunta de paz, también en Cercano Oriente.