A pesar de un contexto poco favorable, Benedicto XVI puntualizará en Turquía su proyecto de diálogo «sincero y respetuoso» con el islam y, en principio, hablará de la libertad religiosa para las minorías cristianas en los países musulmanes.
Las secuelas de la polémica provocada por sus declaraciones sobre el islam y la violencia durante un discurso en la localidad alemana de Ratisbona hacen que el Sumo Pontífice se ponga a la defensiva y constituyen una excusa para que sus adversarios organicen manifestaciones hostiles a su visita.
Sin embargo, los cristianos de Turquía esperan que Benedicto XVI pueda hablar claramente de su situación en este país laico con un 99% de musulmanes, donde su libertad religiosa está circunscrita a la libertad de culto.
«Espero que el Papa hable en favor de los católicos que viven aquí y también de todas las minorías» y «que reafirme su posición en favor de la libertad religiosa y de los derechos humanos», declaró el patriarca ortodoxo Bartolomé I en una entrevista reciente con el semanario italiano Familia Cristiana.
El Sumo Pontífice, que el próximo martes iniciará su visita a Turquía, insistió en numerosas ocasiones en que la libertad religiosa no está relegada al interior de las iglesias, sino que engloba el derecho a abrir escuelas, seminarios y asociaciones.
El Vaticano incluye también la libertad de cambiar de religión, una opción que no contemplan generalmente los musulmanes y que puede llegar a ser castigada con la pena de muerte en los países donde se aplica la charia o ley coránica.
Desde el inicio de su pontificado, Benedicto XVI recalcó en varias ocasiones «la necesidad vital» de diálogo con el islam, cuyos cimientos levantó su predecesor Juan Pablo II durante su viaje a Turquía en noviembre de 1979.
El Papa polaco recalcó la necesidad apremiante de que los cristianos y los musulmanes desarrollen sus vínculos de espiritualidad «para promover juntos sus valores morales, la paz y la libertad».
Pero 17 años después y ante el desafío del islamismo, Benedicto XVI intenta establecer unas bases más exigentes para este diálogo.
Antes de nada, quiere revitalizar la identidad cristiana porque estima que las sociedades occidentales, que se han vuelto «sordas ante Dios», se encuentran en posición de debilidad para dialogar con las musulmanas, en las que la religión reina en todos los aspectos de la vida.
«El cinismo» de las sociedades occidentales «no es el tipo de tolerancia y de apertura cultural que esperan los pueblos (…) La tolerancia que necesitamos incluye el temor a Dios», declaró dos días antes de su polémico discurso de Ratisbona.
Sin embargo, con la sustitución, en febrero pasado, del responsable en el Vaticano para el diálogo con el islam, el arzobispo británico Michael Fitzgerald, por el cardenal Paul Poupard, Benedicto XVI disgustó a muchos actores del diálogo interreligioso.
«El islam no se reduce a un hecho cultural», lamentó el filósofo musulmán argelino Mustafá Cherif, con quien el Santo Padre conversó el 11 de noviembre, consciente de la necesidad de mantener el contacto con las élites musulmanas.