El país necesita un urgente cambio de rumbo


Oscar-Marroquin-2013

La acumulación de noticias en este fin de año resulta abrumadora por la carga negativa que se refleja sobre la situación del país. El tema de la corrupción compite con el de la inseguridad, no digamos la ausencia de logros concretos en temas puntuales como la mejora de la calidad educativa y de la atención en salud, pero en general se puede palpar un sostenido deterioro de la institucionalidad, lo que hace sentir que hemos perdido el rumbo como Nación y que aquí lo único que funciona con precisión de reloj suizo es precisamente esa corrupción generalizada y la impunidad que la protege y la alienta.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Antes de las últimas elecciones escribí varias veces fijando mi postura personal en contra de un sistema que se ha prostituido y que no tiene nada de democrático. Por ello me abstuve de votar porque si lo hacía nulo significaba que ningún candidato me gustaba, pero que creía en el sistema. No votar fue mi forma personal y solitaria de repudiar un modelo que fue desvirtuado hace mucho tiempo y que no responde a las necesidades del pueblo porque únicamente sirve para determinar a los actores del reparto de pastel que se hace cada cuatro años y que convierte a un grupo político en el socio de turno de los grupos de poder, empresarial o de crimen organizado, que son los actores permanentes del modelo del saqueo nacional.
 
 Sin embargo, en esas reflexiones personales y solitarias, pensaba yo que de todos los aspirantes al poder quizá el único que tenía experiencia de Estado y costumbre de poder era quien al final ganó la presidencia, puesto que su papel en el gobierno de Ramiro de León Carpio, en el que fue realmente poder tras el trono, le puso en contacto muy directo con las grandezas y miserias de la responsabilidad de dirigir los destinos de un país. Y asumiendo que Guatemala necesita un golpe de timón, un liderazgo que rompa con el modelo de la corrupción y del clientelismo para promover una reforma política de fondo que nos aparte de la pistocracia que secuestró al sistema, suponía yo que a diferencia de los otros candidatos, a lo mejor Pérez Molina tendría la inspiración de buscar que su mandato hiciera historia para bien del país.
 
 No me hacía muchas ilusiones porque uno entiende que tal y como están las cosas, para llegar al poder hay que venderle el alma al diablo y ese diablo no se anda con babosadas a la hora de cobrar la factura, pero sí supuse que si existía una remota posibilidad de dar un cachimbazo firme para romper con ese pacto perverso que ha piñatizado los recursos del Estado, alentando mayores y más sofisticados niveles de corrupción para enriquecimiento de pocos en perjuicio de muchos, haría falta alguien que no sólo entendiera de los asuntos de Estado, que conociera los vericuetos del poder, sino que además por formación tuviera una visión de Nación que anteponga los intereses de Guatemala ante cualquier otra ambición.
 
 En mes y medio se llegará a la mitad del mandato y mi pesimismo realista se está cumpliendo y asfixiando mi optimismo idealista. Guatemala sigue en la ruta del despeñadero porque cada día sus instituciones son menos eficientes, debilitadas al extremo como han pregonado los que quieren la reducción drástica y brutal del Estado para que no interfiera con sus asuntos. Vivimos bajo las normas de un mercado en el que los grupos criminales, sean de cuello blanco o de andrajos, marcan la pauta y con sus acciones norman nuestras vidas. El Estado es prácticamente inexistente, salvo para facilitar la corrupción, y el rumbo de la sociedad se ve hoy, al final de este año 2013, más incierto y deprimente.