El entendimiento no necesariamente implica subordinación; y eso es lo que debe priorizar el Estado guatemalteco.
En educación primaria se trata de trasladar el conocimiento acerca del funcionamiento del Estado, incluso en los exámenes de Estudios Sociales seguramente se encuentra la pregunta sobre cuáles son los poderes de éste.
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Niños y niñas inocentes e inconscientes de la trascendencia de tal conocimiento, responden: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Para que un país pueda alcanzar el desarrollo económico, además de las condiciones propiamente económicas que ello requiere, es indispensable un sistema adecuado y ordenado sobre la conducción y acciones del Estado.
En las democracias se supone que tales poderes estén separados y operen con independencia de los otros, pero a la vez éstos deben complementarse para el buen funcionamiento de aquel.
El Legislativo debe brindar el andamiaje sobre el cual puedan desempeñarse los otros poderes. Pero para Guatemala, aún faltan demasiadas piezas para que esa armazón esté lista, es decir, las comisiones legislativas relacionadas directa o indirectamente con la economía deben trabajar y entrarle de lleno a los problemas que no permiten el desarrollo de nuestra nación, y el pleno del Congreso, hacer lo propio.
En el ejecutivo simplemente debe tenerse la voluntad para gobernar y no dejarse llevar, influenciar o presionar por grupos (desde poderosos empresarios hasta manipuladores sindicalistas) con intereses distintos a los nacionales. No tiene por qué dar beneficios tributarios o contratos para obras públicas a ninguna entidad ni porque le haya financiado la campaña.
Pero: «De nada sirve a una nación contar con políticas económicas y sociales adecuadas si no cuenta al mismo tiempo con reglas de juego adecuadas y que se hagan cumplir» dice el economista Mario A. García Lara, en uno de sus artículos (Siglo XXI 13/01/09). Es decir, que el sistema de justicia debe brindar la seguridad de que la ley se va a cumplir con estricto apego a ella y con agilidad. Nada más.
Lo que estamos viendo que sucede en nuestro país, es decir, que cada poder toma un miope camino y ninguno que converja con otro, sólo puede llevarnos a convulsiones sociales indeseables. Y como afirma Joseph E. Stiglitz en El malestar en la globalización «la violencia urbana… y los disturbios civiles? generan entornos hostiles a la inversión y al crecimiento». Cosa que seguramente nadie quiere, a menos que con eso gane adeptos y poderes omnímodos.
El panorama político de nuestro país es simplemente preocupante, pues se mueve (ya todos electos) por intereses mezquinos y no nacionales. Y eso, lamentablemente, aunque tengamos riquezas y potencial económico, pospone el desarrollo.