Por estar de viaje no pude ver directamente las declaraciones del Presidente de la República respecto al tema de la seguridad ciudadana y me tengo que atener simplemente a lo que he podido leer en la prensa con relación a su teoría de que su gobierno ha sido exitoso al «contener» la marcha ascendente de la espiral de la violencia. Sin embargo, los hechos cotidianos demuestran otra cosa porque al final de cuentas las estadísticas uno las puede ir ajustando casi al gusto del cliente, mientras que los hechos y las percepciones ciudadanas son totalmente distintas porque nadie puede sentirse medianamente tranquilo en un país en donde ninguna de las autoridades no tiene una política clara para contener la criminalidad.
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Lo peor de todo es que no parece haber ninguna propuesta coherente para enfrentar el problema y, peor aún, lo que estamos viendo es un marcado retroceso en la lucha contra la impunidad con instituciones que, como dijo el comisionado de la CICIG, se unen para apuntalar un régimen perverso. No la encuentro de lado del gobierno y tampoco lo encuentro en las expresiones de la oposición que quiere hacer gobierno, porque nadie expone un plan ni hace una propuesta coherente que nos permita por lo menos ver la luz al final del túnel.
Eso nos coloca en la posición histórica de terminar dependiendo de las acciones de hecho como los linchamientos y la justicia por propia mano o la acción de grupos que se encargan de hacer limpieza social. Al final de cuentas no puede uno sino lamentar la ausencia de un Estado de Derecho que cada vez es más manifiesta porque las acciones emprendidas para corregir desfases históricos en la administración de justicia, van fracasando estrepitosamente en medio de esa pérdida del crédito de las instituciones nacionales a que hizo referencia el doctor Dall´Anese.
Pobre consuelo tiene que ser para el mandatario decir que si se hubiera mantenido la tendencia que traía la violencia con el gobierno anterior ahora estaríamos hablando de más de nueve mil muertos en el año, pero más triste aún para aquellas familias que perdieron ya algún ser querido o que perdieron la tranquilidad por efecto de la acción de grupos de delincuentes que no son controlados y que pueden seguir actuando impunemente.
Siempre he creído que la única acción que puede tener efecto disuasivo frente a la violencia es la acción correcta y pronta de la justicia para sentar precedentes ejemplares. No creo en la pena de muerte sino en la certeza de la pena, en que el criminal esté seguro de que si la hace tendrá que pagarla, pero eso no ocurre ni ocurrirá en Guatemala porque las estructuras criminales están demostrando que tienen la sartén por el mango. Aquí la lucha contra la impunidad la estamos perdiendo lastimosamente y eso tendrá efectos terribles para disparar nuevamente la espiral de la violencia. Creo que el impacto más importante del llamado caso Rosenberg fue la demostración de que cualquier crimen, por intricado que sea, se puede resolver y se puede castigar a los criminales mediante investigaciones serias y precisas. Pero hasta ese caso se está cayendo porque aquí los pájaros le tiran a las escopetas y todo empeño por resolver la crisis de injusticia e inseguridad se derrumba en medio de campañas mediáticas y de acciones sólidas de los grupos criminales para desandar el camino recorrido a favor de la justicia.
No queremos entender que al perder la batalla contra la impunidad estamos perdiendo la esperanza como Nación de salir adelante porque estamos destruyendo la vida misma al alentar a los pícaros y criminales a que sigan haciendo de las suyas.