El país de la eterna impunidad


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Hace algunas décadas se intentó impulsar la imagen del país en el exterior como el País de la Eterna Primavera, una descripción que en realidad es bastante falsa, porque en Guatemala las épocas de primavera duran muy poco. Técnicamente, nuestra primavera dura unos diez días, casi imperceptibles, aunque los más ancianos aseguran que hubo un período de primavera que duró diez años, a mediados del siglo XX.

Mario Cordero Ávila
mcordero@lahora.com.gt


El objetivo de estos impulsos mediáticos de la imagen del país es atraer al turismo y la inversión extranjera. Ciertamente, las autoridades de antaño jamás habrán creído que en nuestro territorio prevalece un clima más o menos agradable, primaveral; sin embargo, era una imagen bastante noble para los tiempos de guerra que se vivían hace algunas décadas.

Con la imagen de primavera, también se buscó atraer a empresarios agrarios, con la idea de que algunos inversionistas se podrían interesar en un país en que el clima podría ofrecer condiciones para cultivar y cosechar en cualquier época del año, y no en determinadas épocas. Asimismo, se intentaba ofrecer al turista las condiciones agradables en cualquier mes para poder visitar al país.

No hay duda de que esa imagen de promoción internacional es la que ha causado mayor impacto en el inconsciente colectivo de los guatemaltecos, porque algunos aún siguen considerando nuestro país como el de la Eterna Primavera, pese a que el cambio climático, la deforestación, el monocultivo y la explotación minera desconsiderada, han mandado al diablo esta condición. El epíteto de país de la eterna…, ha ganado algunas variantes, algunas un tanto soeces que no necesito repetir.

Tras esa campaña mediática internacional, los gobiernos de turno, a través del brazo turístico del Inguat, han intentado lanzar otros “slogans”, como el actual “Guatemala, Corazón del Mundo Maya”, que no ha tenido el mismo éxito que los anteriores.

Sin embargo, un largo período de guerra y de dictadura militar, seguido por un lapso de poca certeza jurídica y democrática, y, en los últimos años, extrema violencia, narcotráfico e impunidad, han hecho que Guatemala haya perdido su potencial turístico, a pesar de poseer fuertes atractivos, como una ciudad colonial que aún es funcional, o las ciudades prehispánicas más importantes del período maya clásico y preclásico, o un lago con tres volcanes.

En cambio, debería ser preocupante el trasfondo que nos ofreció la noticia de ayer, que John McAfee, buscado para que responda interrogantes por un caso de asesinato, ingresó a Guatemala como Juan por su casa, y de la nada quiera refugiarse en el país, sin necesidad de correr peligro de pasar algún tiempo en prisión preventiva, como probablemente pasaría en su caso, a pesar de que técnicamente nadie lo ha acusado directamente por el crimen.

Cabe resaltar que McAfee no vino al país para invertir; digo esto, porque seguramente cualquier Gobierno añoraría tener en el territorio a una empresa mundialmente reconocida, integrando profesionales chapines para mejorar sus condiciones de vida. Pero no. En cambio, vino en búsqueda de impunidad.

En ese sentido, los guatemaltecos debemos sentirnos preocupados porque es ésta la imagen que proyectamos al exterior, como el País de la Eterna Impunidad.

En cuanto a la inversión extranjera y al turismo, poco es el interés que despertamos, porque muchos se espantarán de la violencia y las injusticias que se viven acá. Si bien, algunos turistas se animan a venir, atraídos por Tikal, El Mirador, Atitlán o La Antigua Guatemala, que son lugares únicos en el mundo. O bien, algunos empresarios vienen, pero solo si logran tener algún buen contacto dentro del gobierno de turno, que les asegure el negocio, disfrazado de lo que les gusta llamar como “certeza jurídica”, que no es otra cosa más que asegurarles que ninguna ley les afectará, aunque ésta sea de interés nacional.

Y mientras algunas autoridades estatales siguen con sus negocios, creyendo que el dinero es de ellos, el país se va destruyendo, y poco a poco ya ni Tikal llamará la atención en el extranjero, y tan solo vendrán esos extranjeros que creyendo que aquí se vive una especie de Ley del Oeste, en donde solo forajidos pueden venir en un país donde no importan las leyes ni el bien común.