Es un lado de Jacqueline Kennedy que sólo sus amigos y familiares conocían.
Graciosa y muy curiosa, astuta y mordaz. En Jacqueline Kennedy: Historic Conversations on Life with John F. Kennedy (Conversaciones históricas sobre la vida con John F. Kennedy) la ex primera dama aún no era la celebridad del jet set de fines de los años 60 ni la editora literaria de los 70 y 80. Pero tampoco era el icono de la moda de voz suave de los tres años previos. Tenía más de treinta años, había enviudado recientemente, pero se había secado los ojos y estaba determinada a poner en papel sus pensamientos para la historia.
Kennedy se reunió con el historiador y exasesor de la Casa Blanca Arthur M. Schlesinger Jr., en su casa en Washington en la primavera y verano de 1964. En la comodidad de su hogar, como si recibiera a un invitado para una taza de té, habló de su esposo y de su vida en la Casa Blanca. Sus pequeños hijos, Caroline y John Jr., ocasionalmente interrumpían. En los discos de audio que acompañan el libro, puede escucharse el hielo en un vaso agitándose. Las grabaciones, que permanecieron selladas por décadas, son de los últimos documentos de los pensamientos privados de Jacqueline. Nunca escribió sus memorias; se convirtió en una leyenda en parte por lo que no se sabía sobre ella.
El libro sale a la venta mañana como parte de las celebraciones del 50º., aniversario del primer año de gobierno del presidente Kennedy. Jacqueline Kennedy murió en 1994, Schlesinger en el 2007.
El mundo, y Jacqueline Kennedy, cambiarían más allá de lo imaginable después de 1964. Pero en el momento de estas conversaciones todavía se aludía a los negros despectivamente con el término «negroes» y las feministas despertaban dudas aun en los ojos de una mujer tan sofisticada como Kennedy. En el prólogo del libro, Caroline Kennedy señala a Schlesinger por haberle hecho tan pocas preguntas a su madre sobre ella misma.
Como el historiador Michael Beschloss apunta en la introducción, Jacqueline Kennedy una vez aceptó que las esposas se definían según las carreras de sus maridos y se preocupaba de que mujeres «sensibles» se involucraran en la política. Disfrutaba de que su esposo estuviera «orgulloso de ella», no veía razones de tener opiniones políticas distintas a las de él y se reía de la idea de que hayan «mujeres ferozmente liberales» a quienes no les gustaba JFK y quienes preferían al más amanerado Adlai Stevenson.
«Jack tenía exigencias obvias para una mujer: (postulaba) una relación entre un hombre y una mujer en la que el hombre sería el líder y la mujer sería su esposa y lo admiraría como hombre», dijo. «Con Adlai uno podía tener otro tipo de relación… Tú sabes, él es dulce y una puede hablar, pero una nunca … Siempre pensé que las mujeres que le tenían miedo a las relaciones sexuales adoraban a Adlai».
No hay revelaciones espectaculares en las discusiones con Schlesinger y virtualmente nada sobre el asesinato de JFK. Los problemas de salud de Kennedy y sus aventuras extramaritales aún estaban a años de salir a la luz pública y lejos de los ojos de asesores como Schlesinger, quien a menudo dice no haber visto «jóvenes bonitas y tontas» en los pasillos de la Casa Blanca.
Jacqueline Kennedy habla con calidez sobre su marido, recordándolo como un hombre dinámico, perspicaz y sin rencores, cosas que ella y otros habrían aprendido de él.