El otorgado “beneficio de la duda” ya caducó


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Un amable lector me sugirió escribir sobre el tema de la responsabilidad de quienes colaboran con el Presidente en la conducción de su gobierno, especialmente de quienes siendo más cercanos al mismo, ministros, secretarios y asesores de las diferentes dependencias del gran elefante blanco de nuestra burocracia tradicional del Estado guatemalteco, son copartícipes de los sumamente deficientes resultados obtenidos durante un mandato. Y tiene sobrada razón al decir que tienen esa gran responsabilidad y sin embargo nadie les dice o reclama nada. Es que olvidamos que cuando se inician los períodos gubernamentales todos ellos reclaman el llamado “beneficio de la duda”, exigiendo de nosotros calma y paciencia, explicando que hacer las cosas buenas toman su tiempo y hasta ponen el ejemplo que hasta Dios se tomó el tiempo necesario para hacer el mundo.

FRANCISCO CÁCERES BARRIOS


La realidad es muy distinta después de transcurridos los últimos 48 meses en que la población pacientemente ha estado esperando que, al menos los servicios esenciales del Estado se presten honesta y eficazmente. ¿Qué creen, que todos somos fieles franciscanos para que les sigamos dando beneficios sin que ellos respondan satisfactoriamente a sus deberes y responsabilidades? Por ejemplo, la señora Ministra de Educación, a quien se le reconocían grandes méritos y experiencia hasta el momento no nos ha podido dar la oportunidad de felicitarla por estar satisfechos de su gestión. ¿Cómo va a ser posible que en esos largos 48 meses no ha sido posible poner a punto el inicio del período lectivo sin los  problemas de siempre, que no hay suficientes maestros; que no se firmaron oportunamente los contratos de trabajo; que las escuelas no están en condiciones óptimas; que otra vez no haya llegado el material didáctico indispensable, en fin, que todo sea un acabose?

Como bien dice el refrán: “la paciencia tiene un límite” y también hay cosas que no pueden esperar. A todos consta que el tránsito de vehículos en todo el país, en especial en la ciudad capital es toda una jaqueca y ¿Cuántos gobernantes y alcaldes han pasado sin que a la fecha nadie haya hecho siquiera el intento de organizar bien las entradas y salidas de todas las actividades económicas y sociales, de tal manera que evitar armar el pandemónium de las llamadas “horas pico”? ¿Por qué todos estamos forzados a entrar o salir a las mismas horas cuando la industria, el comercio, la banca, el transporte pesado y tantas actividades más debieran organizarse para ser más productivos y dejar de obligar a los niños a tener que levantarse a las 3 de la mañana para llegar puntuales a recibir sus clases? Parece increíble, pero todos esos inconvenientes, dificultades o “jodarrias”, como bien las llamaba don Clemente Marroquín Rojas, provienen de que los chapines somos muy dados, muy complacientes y muy aguados para seguir otorgando interminablemente “beneficios de la duda”.