Muy lejos quedan ya los focos y la alfombra roja. El gitano bosnio Nazif Mujic, ganador del Oso de Plata al mejor actor en la pasada edición de la Berlinale, daría su premio a cambio de una oportunidad en Alemania.
Fue el papel de su vida y todo un triunfo cuando Mujic, un simple chatarrero hasta ese momento, levantó el codiciado Oso de Plata ante una gran ovación. Sin embargo, el premio no le trajo suerte. Ahora busca dar un giro a su vida en la capital alemana.
«No quiero que mis hijos digan: Éste es nuestro padre. Es el mejor actor, pero no nos ha dejado nada», declara al diario alemán «Taz». «Nada, excepto una estatuilla de un oso».
Desde hace dos meses, el premiado gitano bosnio vive en una residencia de refugiados a las afueras de Berlín con su familia. En esta ocasión, la suerte no está de su lado y a principios de marzo deberá abandonar el país después de haber sido rechazada su solicitud de asilo.
Su vida dio un vuelco cuando el director de cine bosnio Danis Tanovi, conocido internacionalmente por su drama sobre la Guerra de Bosnia «No Man’s Land», decidió contar su historia.
«An Episode in the Life of an Iron Picker» reconstruye la odisea de Mujic para conseguir atención médica para su mujer, Senada Alimanovic, que tiene que ser operada tras sufrir un aborto. Sin seguro médico, ni dinero para hacer frente a los gastos de la operación, todos acaban dándoles la espalda.
La decisión de protagonizar la película y el triunfo en la Berlinale sólo le han traído problemas al hombre que hasta ese momento se ganaba la vida de manera humilde recogiendo chatarra para venderla después.
En su pueblo en Bosnia es famoso y todos creen que es rico. Cuando lo veían retirando chatarra o limpiando las calles se burlaban de él, le hacían fotos y las colgaban después en Internet: «Miren, ahí está el mejor actor del año», escribían.
Para Mujic la situación se volvió insostenible y decidió hacer las maletas y partir rumbo al país que tantas alegrías le había reportado hacía menos de un año.
«Tengo 42 años, créame, no me resultó nada fácil abandonar mi país, pero en Bosnia no tuve ni una vez dinero suficiente para comprar un poco de harina», relata el padre de tres niños.
Con perspectiva, Mujic se siente víctima de una conjuración y considera que el director de la película le robó, aunque no sabe especificar cómo.
Tanto él como su mujer apenas recibieron 50 euros por día de rodaje, lo que al final hizo una suma de 500 euros por persona. Mientras, el premio no viene acompañado de dinero alguno.
Danis Tanovic aclara a «Taz» que el film fue una producción de presupuesto muy pequeño, con sólo 17 mil euros, para el que la productora tuvo que pedir un crédito.
Mujic no ha tenido una vida fácil. En los 90 luchó en la guerra donde perdió a un hermano. Fueron tiempos difíciles, pero consiguió salir adelante como chatarrero hasta que decidió participar en el proyecto de Tanovic. Ahora no ve futuro alguno en su país y tiene miedo por si sus hijos se ponen enfermos y no pueden atenderlos. Es su mayor temor.
«No tengo nada en contra del director de la película, pero tengo que decir que ahora me va mucho peor que antes de hacerla. Todos en Bosnia piensan que soy famoso y que tengo dinero para comprar un piso», explica en otra de las múltiples entrevistas a los medios alemanes que ha concedido esta semana, en esta ocasión al canal alemán 3sat.
«Él no pregunta cómo vivo. En su momento me prometió que mis hijos vivirían igual de bien que los suyos», recuerda con amargura.
Nada más lejos de la realidad. Ahora viven temporalmente en una habitación de apenas 30 metros cuadrados donde mañana, mediodía y tarde reciben pan con salami para comer y algo de dinero. «Aquí estamos 60 veces mejor que en Bosnia», afirma al diario «Süddeutsche Zeitung».
El problema es que la pobreza no es motivo de asilo y como él, todos los bosnios que han pedido asilo hasta el momento han visto denegada su solicitud.
Los organizadores de la Berlinale se han puesto en contacto con él con escasas esperanzas de poder ayudarlo. «Por lo menos ahora muchas personas saben cómo de mal nos va en Bosnia», comenta uno de los refugiados que lo acompañan en el asilo.
«Yo soy un hombre sencillo», repite Mujic. «Nunca he robado. Sólo quiero una vida normal para mí y mis hijos. Deben poder recibir una educación», asegura. ¿Tendrá final feliz esta historia? Habrá que esperar.