Tanto la conmemoración de Todos los Santos como la fiesta de los Difuntos, tienen una profunda raíz en el mundo occidental cristiano. Sin embargo, su verdadero origen se remonta al paso de la magia a la religión, en los principios históricos de la Humanidad, sea cual fuera su proceso civilizatorio.
Universidad de San Carlos de Guatemala
El culto a los muertos, a las ánimas de los antepasados, marca el inicio de la formación del mundo de lo sagrado y la cosmovisión de un pueblo, sea este cual fuere. De tal manera que todas las festividades de noviembre el mes de las ínimas en Guatemala, tiene una profunda significación, aunque de hecho su percepción se va perdiendo, si no se ha perdido ya, en la memoria colectiva.
TODOS LOS SANTOS
El culto de los Santos comenzó en Oriente con el culto de los mártires. En Occidente encontramos la primera referencia en el más antiguo devocionario romano, el de Wuzburgo, que relata el uso litúrgico en el siglo VI y que, en la dominica primera después de Pentecostés, contiene la indicación: Dom. in nat. sanctorum.
Más adelante, su Santidad el papa Bonifacio IV al llevar a cabo la dedicación del antiguo Panteón de Agripa, en el que había depositado numerosas reliquias de mártires, influenciado por la tradición de las comunidades italo-griegas, escogió la fecha de 13 de mayo del 609 para la consagración del edificio en basílica cristiana, en honor de María Virgen y de Todos los Mártires, bajo el nombre de Sta. María ad martyres.
Un nuevo impulso lo dio Gregorio III, en el año 741, con la fundación en San Pedro de un oratorio dedicado a Todos los Santos. Casi cien años después, en 835, su Santidad El papa Gregorio IV presionará sobre Ludovico Pío para que sancionara con un decreto real la celebración en sus dominios de la fiesta de Todos los Santos con la fecha de 1 de noviembre. A partir del decreto, la celebración de Todos los Santos pasó de fiesta local en Roma y de alguna iglesia particular a fiesta general, esparciéndose rápidamente por toda Europa.
Por más que la cuestión, científicamente está superada, hemos consignado las anteriores notas históricas en función de la teoría, aventurada en los inicios del presente siglo, del P. Saintyves, de que la fiesta romana del 13 de mayo y más tarde el 1 de noviembre se haya introducido para sustituir las fiestas paganas de las Lemuriae o Remuriae.
Se celebraban éstas en las noches del 9, 11 y 13 de mayo con conjuros y sacrificios realizados en las casas privadas y destinados a aplacar los manes o las sombras de los muertos. Al margen de los argumentos históricos, no existe ninguna analogía entre las demuriae y la dedicación del Panteón en honor de María Virgen y de todos los mártires.
La festividad de Todos los Santos en Guatemala anuncia la estación fría, y la conclusión de la época de lluvias (invierno), así como las distintas formas de manifestaciones populares adyacentes de las que hemos de escribir aquí en las páginas de La Hora.
FIELES DIFUNTOS
La oración por los muertos se remonta en la Iglesia a sus mismos orígenes; consiguientemente, en época muy temprana ya se encuentran vestigios de una conmemoración colectiva de los fieles difuntos. La Regula Monachorum, por ejemplo, atribuida a San Isidoro de Sevilla, prescribía que el lunes después de Pentecostés se celebrara el santo sacrificio por todos los muertos en general, pro spritibus mortuorum. El verdadero fundador de la fiesta fue San Odilón abad de Cluny entre los años 994-1048, propagándose rápidamente por todos los monasterios sometidos a la obediencia de Cluny o en relación con éstos, y de aquí a las iglesias seculares.
Hoy se tienen por fantásticas las conjeturas del grande antropólogo inglés James George Frazer (1854-1941) sobre el origen pagano de estas ceremonias: Sostenía que los celtas comenzaban el año en las calendas de noviembre, celebrando en aquel día la fiesta de los muertos y que, la Iglesia no habiendo podido extirparla, acabó por aceptarla y hacerla propia. Si bien es cierto que el año céltico comenzaba el 1 de noviembre, no está, sin embargo, probado que los celtas y los otros pueblos paganos colocaran la fiesta de los muertos al comienzo del año.
Los griegos la celebraban en febrero, y los romanos, el 22 del mismo mes. En realidad, la conmemoración cristiana de los muertos, como sostiene Righetti, fue atraída el 2 de noviembre por la fiesta de Todos los Santos y el mérito de San Odilón fue comprender la afinidad que existía entre las dos memorias y servirse de la influencia que por entonces ejercía Cluny para difundirla por toda la Iglesia latina. La Santa Iglesia Catedral de Guatemala tenía por costumbre celebrar tres misas en el día de Difuntos, al igual que la Natividad. En 1748, Benedicto XIV la confirmó, extendiéndola como privilegio a todos los sacerdotes de Hispanoamérica, España y Portugal.
Las celebraciones de la Catedral de Guatemala tanto en la ciudad de Santiago como en la Nueva Guatemala de la Asunción estaban dentro de un minucioso ceremonial. La víspera, concluido el oficio de Completas, se procedía a la ronda de los responsos, que partía de la Capilla de la Virgen del Socorro, como capilla real; tras el primer responso ordenaba la rúbrica: «dize el Preste Pater nostes, y echa agua bendita, e inciensa tan solamente las sepulturas de los Reyes, que están cubiertas con un dosel de terciopelo negro con dos candeleros de plata grandes con sus velas encendidas…» Seguía luego la procesión por la Catedral y claustro para concluir en el décimo responso en las gradas del altar mayor. Otro tanto se hacía al día siguiente, en que se sumaba esta otra costumbre:
Este día en esta Missa, dicho el offertorio, se baxa el Preste a la primera y más baxa grada del altar con el Diácono y Subdiácono: Y las mujeres que tienen ofrenda de pan y vino y cera en la Iglesia, sobre las sepulturas, van a ofrecer; y besan la mano al sacerdote, y ofrecen la dicha vela.
Además de todas estas ceremonias que incluso se han descrito en el libro del autor Por los Viejos Barrios de la Ciudad de Guatemala, también extramuros, en las festividades populares la figura de los Difuntos está siempre presente. De ello y de más nos habla la revista La Semana Católica, que hemos consultado para la elaboración de estas líneas.