El optimismo, el pesimismo y las tristezas de Abundio


La Guatemala de hoy, la eterna Guatemala que debemos respetar y amar siempre por ser nuestra patria libre, soberana e independiente que nos vio nacer y posiblemente nos verá morir en su regazo, nos presenta una gran variedad de temas asaz interesantes, preocupantes y candentes que moros y cristianos vivimos enfocando y desarrollando conforme a nuestro «leal saber y entender»…

Marco Tulio Trejo Paiz

Por algo todos como al uní­sono exaltamos y reclamamos las libertades, entre ellas la de expresión que, dicho sea entre paréntesis, es limitada o radicalmente abolida por los regí­menes de dictadores y tiranos, verdaderos liberticidas y genocidas casi todos.

El estimado e inquieto coronel Abundio Maldonado, salamateco de pura cepa y, al parecer de buena pasta cí­vica, escribió hace unos dí­as un artí­culo en este vespertino de nuestra predilección, bajo el tí­tulo «Mejor me da risa».

Abundio hace significativas referencias a sus risas (o risotadas), a sus frustraciones, a sus tristezas, a sus penas, a su grima, a sus contrariedades, al antimilitarismo, a guerrilleros en el poder, a la inestabilidad de burócratas, entre otras cosas que algunas tienen incidencias negativas para esta pobre patria nuestra.

No es cualquier artí­culo el de Maldonado; a quien consideramos bien donado a nuestro subdesarrollado y mal comentado paí­s a nivel internacional, ya no digamos en lo nacional por la experiencia que hemos tenido y sufrido en muchas épocas.

Tiene razón Abundio de expresar su pensamiento ante nuestro mundillo í­stmico, porque exhibe en cueros, al desnudo, como con el «traje» de Adán, a grandes rasgos, en el contenido de su artí­culo, la infortunada realidad nacional.

Con el acucioso articulista, que vierte con alguna frecuencia en letras de molde, al menos en esta tribuna que hace honor al periodismo del campo independiente, mantuvimos una relación cordial durante algún tiempo, cuando él era titular de la oficina de relaciones públicas del Ejército Nacional, hace ya no pocos años. Después nos encontramos algunas veces con Abundio en actos especiales del Instituto castrense; en otros de carácter diplomático y de la sociedad. Entonces, si mal no recordamos, ya era director de la Escuela Politécnica. En los últimos tiempos únicamente lo hemos «contactado» con el recuerdo. Respecto de nosotros se ha tornado invisible y, por consiguiente, inaccesible… Y es que la vida se ha vuelto muy agitada.

Ahora, en su estado de retiro, al mencionado militar, cuya imagen la tenemos desde cuando se hallaba en plena juventud, es de reconocérsele indiscutible lucidez y franqueza, según lo que echa al vuelo a través de medios de comunicación como LA HORA, en los que da difluencia a sus opiniones sobre tal o cual asunto con proyección, especialmente, a nuestro virtualmente abandonado Juan Pueblo.

Al igual que al personaje protagonista de nuestro articulejo de hoy, nos provoca frustración, nos apena muy de veras y aun nos llena de coraje la situación chisporroteante y, si se quiere, no positiva ni nada edificante que, en varios aspectos (no en todos, se entiende), impera en este sacro suelo situado en el corazón de América.

Para hacer más explí­citos, da grima, realmente, la frecuente acefalí­a que afecta a la Policí­a Nacional Civil; dan grima las rachas de corrupción en el Congreso de la República; dan grima los interminables hechos de criminalidad y delincuencia que nos tienen en constante amenaza y zozobra; da grima la degradación cultural (afortunadamente todaví­a no muy generalizada que se diga) que campea entre la niñez, la adolescencia y la juventud, amén de adultos proclives a esa deformada e inedificante cultura que nos parece incorregible; dan grima los bochinches y demás acciones de irrespeto a la ley y a la autoridad de grupos que de los abusos y relajos han hecho su modus vivendi, a lo mejor costeados total o parcialmente, bajo de agua, por activistas metidos en los tremedales del contexto polí­tico-ideológico de aquí­ y de otras partes que tratan de erigir un imperio latinoamericano a la soviética para luego minar, si no les dan su merecido en trompas y narices, al «imperio» de sus desvelos y de su conspiración…

Es ilustrativo -y con certitud- lo que dice Abundio por medio de sus lí­neas en las publicaciones periodí­sticas. Su tónica motiva interés en los lectores que quieren la superación de su tierra natal, Guatemala, pensando en que nos encontramos en todo un pandemónium de cuasi irresolubles problemas, contrariamente a lo que vociferan unas cacatúas…

Batallemos todos los ciudadanos para cambiar positivamente en sus varios aspectos a Guatemala; a nuestra Guatemala eterna que urge una era de paz, de efectiva libertad, de honestidad, de respeto entre unos y otros y de un progreso integral que pueda ser o sea asequible mediante un racional aprovechamiento de nuestros recursos naturales que son un privilegio maravilloso de la Madre Natura.