El Ombudsman


Eduardo-Blandon-Nueva

Ha arrancado la carrera para la elección del nuevo Procurador de los Derechos Humanos.  Según información de esa institución “el Procurador deberá reunir las mismas calidades que se requiere para ser Magistrado de la Corte Suprema de Justicia y gozará de las mismas inmunidades y prerrogativas de los Diputados al Congreso”.   Menudos deseos experimentan quienes ven ocasión de oro para medrar y subir a la palestra pública.

Eduardo Blandón

 


Entre tantos ganosos, el principal y menos moderado, es el actual Procurador de los Derechos Humanos, doctor Sergio Fernando Morales Alvarado.  El Ombudsman, como lo llama la jerga exquisita internacional, quiere repetirse por tercera ocasión y su afán aunque antes era discreto y quizá hasta tímido, ahora es descarado, ávido y desalmado.  Don Sergio, no escatima gastos y sus fotos han llenado la ciudad desde hace algún tiempo.
Bastaría la constatación de su pecado de avaricia (como la feligresía cristiana lo llamaría) para descartar su candidatura, pero en un ambiente donde la falta de moderación es la regla, este aparente mal no pasaría a ser sino un “defectuelo”, típico de almas proclives al descuido y a pecadillos veniales, merecedor quizá de una temporada en el fuego purificador del purgatorio.
La candidatura del cuasi eterno Procurador, lleva diez años en el oficio, debe descartarse porque como Procurador hace tiempo que dejó de “Procurar”.  La palabra es bonita (“Procurar”) porque el “pro” hace alusión a anticiparse, ir adelante, preparar (el término está emparentado con “profeta”, el que “anuncia”, “proclama”, el “testigo”).  Pero el señor en cuestión hace tiempo que su silencio tiene cautivado al país.  Todo hace sospechar que lo único que ha anticipado es este período de reelección y en esto, digámoslo con honestidad, sí ha sido eficiente.
Por otro lado, quien “procura”, “cura”, esto es, “cuida”, “vela”, “atiende”.  Pero nada de esto se ha visto.  Quien ha cuidado de sí mismo es él, cuyo salario ha revelado la prensa, es de cien mil quetzales mensuales, sin molestarse mucho, ni encolerizar a los gobiernos de turno.  Sin duda, el puesto de Ombudsman le ha gustado a Don Sergio porque en un país como el nuestro ganar ese salario es de lujo y… con toda honestidad, ¿Quién no buscaría una reelección con esos emolumentos?
Entonces, darle jaque al actual Procurador de los Derechos Humanos es un acto obligado, por dignidad, decencia, buen uso de los recursos y hasta para ofrecer mejores y nuevos aires a esa institución.  Después de diez años, Don Sergio no tiene nada más qué mostrarnos.  Su gestión sería un eterno retorno y así el país no puede seguir adelante.  El actual Procurador debió haber dado paso al relevo por sí mismo, con sabiduría, pero está visto que el poder y la necesidad (¿necesidad?) pueden más que el uso de “la recta razón”.
Veamos cómo manejan el cotarro nuestros Diputados y seamos testigos de las maniobras que están próximas a darse.