En Guatemala tenemos la tendencia a vivir el día a día y no nos preocupamos mucho por las cuestiones de largo plazo. Cuando hay una crisis como la de seguridad, se apuesta generalmente a acciones que produzcan efectos inmediatos, aunque los mismos sean poco serios y perdurables y de esa cuenta se ha abandonado en gobiernos sucesivos la obligación de reestructurar instituciones como la Policía Nacional Civil.
Los ministros de Gobernación han tenido siempre un reto enorme porque la violencia no tiene pausa y en consecuencia se tienen que acelerar esfuerzos para brindar al menos una leve sensación de mejoría en seguridad, pero ello tiene un alto costo en términos de la institucionalidad porque los cambios se dan con mucha rapidez y la gestión de los funcionarios ha sido por lo general muy breve, tanto como para que apenas si puedan dar algunas pinceladas en su gestión.
En ese sentido nos parece oportuna y correcta la decisión de asignar al anterior ministro, Francisco Jiménez, la tarea de continuar con la política de largo plazo para reestructurar seria y efectivamente la PNC, dejando que el nuevo Ministro, Salvador Gándara, lidie con los hechos criminales del día a día y trate de mejorar la imagen alicaída del régimen en el campo de la seguridad ciudadana.
Sería ésta la primera vez en la que un gobierno apuesta por soluciones de largo plazo que ataquen problemas estructurales. Y es comprensible que ante el agobio de la cantidad de crímenes que ocurren día a día, los gobiernos y sus funcionarios terminen apostando por algunos golpes de efecto mediático. Ojalá que no se recurra nunca más a la práctica de la limpieza social que ha sido la tentación más grande para quienes llegan a los puestos relacionados con la seguridad, porque está ampliamente demostrado que eso no resuelve el problema y, por el contrario, convierte en criminales a los agentes policiales o de seguridad que son usados en escuadrones que se encargan de la eliminación de personas antisociales.
Definitivamente estamos en una situación que demanda reacciones inmediatas, respuestas concretas y sensibles para devolverle a la gente mínimos de seguridad. Pero cabalmente por ese agobio del día a día se ha dejado siempre abandonado el esfuerzo fundamental para propiciar cambios estructurales duraderos que nos permitan apostar al futuro con una fuerza policial depurada, profesional y competente.
Y tan importante como la visión de largo plazo tiene que ser la comprensión ética de la gestión pública para evitar tentaciones de caer en prácticas ilegales para combatir el crimen que nos agobia.