El ocaso de los intocables


Oscar-Clemente-Marroquin

Seguir día a día las publicaciones de prensa de España sobre el tema de la corrupción es una de las cuestiones más interesantes que hay ahora en el panorama mundial, compitiendo apenas con los entretelones de la política en el Vaticano que empiezan a salir a flote tras la renuncia del Papa Benedicto XVI y con la expectativa sobre si el retorno de Chávez a Venezuela es para recuperarse o simplemente para morir en el terruño.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


España vivió en el siglo pasado una dura guerra civil, la terrible dictadura de Franco, la transición a la democracia producto de los pactos de la Moncloa y con el impulso de Adolfo Suárez y el Rey Juan Carlos, más la alternancia en el poder entre los socialistas y los franquistas agrupados en el Partido Popular. Pero esa transición a la democracia tuvo como elemento muy importante la consolidación de instituciones como la misma prensa y el poder judicial que poco a poco han ido jugando un papel muy importante para asegurar el Estado de Derecho.
 
 La corrupción no es patrimonio de ningún país ni, mucho menos, de alguna ideología política. Es parte de la misma naturaleza humana que busca el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo y nada más propicio que los negocios públicos para lograr la mágica prosperidad. Históricamente el poder ha sido sinónimo no sólo de inmunidad, sino de impunidad y por ello es que hay tanta corrupción en las más altas esferas porque, como se ha dicho en forma de letanía, si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente.
 
 La Casa Real de España, con todo y el prestigio que le dio el papel jugado por el Rey en la construcción de la monarquía constitucional con poderes democráticos y la defensa que del sistema hizo el monarca cuando el intento de golpe de Estado, vive ahora sus momentos más críticos por el proceso que la justicia española está siguiendo al yerno del Rey Juan Carlos, el señor Iñaki Urdangarín, por los negocios turbios del Instituto “no lucrativo” llamado Nóos. Y es que el esposo de la Infanta usó toda la influencia del poder y hasta la protección de su suegro para embolsarse varios cientos de miles de euros en forma ilícita que ahora es dilucidada por los tribunales que actúan con ejemplar independencia y objetividad.
 
 Paralelamente ha surgido el escándalo por los manejos presupuestarios del Partido Popular y los sobresueldos que, según documentos publicados por la prensa, el partido pagó a sus dirigentes en forma anómala. Ya antes los socialistas tuvieron también sus momentos de escándalo, pero lo que ahora se vive en España, en medio de la mayor crisis económica que se recuerde, es en realidad frustrante para una población que se siente traicionada por sus dirigentes.
 
 Lo importante, creo yo, es que todo lo que está pasando en España es el ocaso de los intocables. Tomó mucho tiempo, necesitó del fortalecimiento de instituciones y de la participación ciudadana el ir articulando un sistema para combatir la impunidad. Pieza clave ha sido que los españoles no son totalmente indiferentes, como ocurre en otros países donde no nos escandaliza ni preocupa la corrupción, y por ello es que la maquinaria de la justicia puede avanzar arropada por una opinión pública activa que detesta el latrocinio, venga de donde venga.
 
 Hace algún tiempo leía en algún lado que la indiferencia es el peor defecto de cualquier ser humano y con el tiempo me he ido convenciendo de eso porque se convierte, al final, en fuente y madre de todos los demás defectos. Quien es indiferente no actúa, no se compromete, no denuncia, no arriesga ni trabaja para construir algo mejor. Ahora vemos que un pueblo sojuzgado por años de feroz dictadura no quedó castrado por la experiencia y civilizadamente, pero con firmeza, acompaña la lucha contra la impunidad.