El New York Times es, sin duda alguna, uno de los diarios más influyentes de Estados Unidos y sus reportajes son objeto de atención tanto dentro de la opinión pública de ese país como del mundo diplomático que opera en la sede de las Naciones Unidas y que usa el rotativo como fuente de información en sus análisis. Por ello una mención de cualquier país en un extenso reportaje del Times es siempre importante y ahora el nombre de Guatemala ocupó espacio importante en el rotativo, que dedica un extenso trabajo a la crisis provocada por el asesinato de los cuatro salvadoreños y el de los cuatro agentes de la PNC.
Por supuesto que uno quisiera que su país fuera mencionado siempre por hechos positivos, por logros importantes de sus habitantes y proyección de su sociedad, pero en este caso ni modo que nos van a llenar de elogios. El artículo dice que los asesinatos son ecos de la guerra sucia porque, usando como fuente al director de La Hora, señalan que los instrumentos de la impunidad que el Estado montó para defenderse de la insurgencia guerrillera durante el conflicto armado interno, siguieron operando intactos luego de la firma de la paz, poniéndose al servicio del crimen organizado.
Es importante tomar en cuenta que la actual estructura del Estado, plasmada en la Constitución, se definió en el marco del conflicto armado interno y de la guerra sucia, cuando la doctrina de la seguridad nacional era determinante y por lo tanto todo se condicionó a servir eficientemente a los objetivos del momento. Pero cuando se firmó la paz no hubo realmente un cambio estructural sino que simplemente se desactivó el conflicto ideológico y se produjo un corrimiento de la violencia que de ser política pasó a ser común.
En Guatemala el Estado no ha sido penetrado por el crimen organizado, como pasó en Colombia, sino que el Estado organizó su propio crimen que compite con capos del narco, del contrabando, de los secuestros y robos. Y para el efecto goza de la ventaja invaluable de tener montada la estructura de la impunidad que fue diseñada para los agentes del Estado que libraron la guerra sucia.
A pocos días de que se produzca la visita de Bush, el rotativo norteamericano dice que la crisis de seguridad será parte de la agenda del presidente. Al menos ya esa agenda tiene algo concreto, más allá de ver el paisaje y la diversidad cultural. Pero Bush debe saber que el Estado fallido de Guatemala es vulnerable desde todo punto de vista y quizá si él lo entiende como resultado de lecturas como la del New York Times, también aquí la gente principie a tomar nota no sólo de la gravedad de la crisis, sino de la urgencia de hacer algo, de abandonar esa indiferencia secular de nuestro pueblo para emprender un reclamo urgente para acabar con los ecos de cualquier guerra sucia.