Al final de muchos anuncios, contradicciones, ofrecimientos de cambio y señalamientos de inconformidad, el TransUrbano es un hecho. En el inicio cubre la avenida Petapa, zona 12 capitalina, mediante el sistema prepago. El servicio será alterno con las unidades color rojo, a fin de dar cobertura a las 17 rutas que conforman el eje sur.
Constituye un evento social cuyo destino pretende superar los inconvenientes registrados, a lo largo de muchas décadas, verdadera rémora para el usuario aguantador, por necesidad. El calificativo de pésimo resulta poco, entre el maremágnum diario hasta hoy persistente, en menoscabo de la dignidad de millares de pasajeros que abordan con temor.
Hay propósitos de cara a paliar la violencia apoderada de dichas unidades, evitando el manejo de efectivo, con orden en las paradas, horario controlado, mejor atención al público y comodidades. La moderna tecnología estará presente a través de satélite y cámaras de video; el costo será de Q1.10 y para días de feriado y asuetos, la suma de Q.2.00.
Los empresarios del transporte, a todas luces saldrán gananciosos, por cuanto subsidios mayores ahora posibilitarán que la flotilla procedente de Brasil pueda cubrir paulatinamente toda la metrópoli de los chapines, urgidos de contar con el servicio indispensable en mención, tras penurias a granel todos los días del año, sin falta ni excepción.
Existen opiniones en el marco de luces y sombras sobre el TransUrbano, en su primera fase. ¿Qué pasará con los adultos mayores portadores de carné que permite abordar las unidades? ¿Podrán los vendedores ingresar a los buses nuevos? ¿Qué sucederá con ayudantes llamados «brochas» en buen chapín? ¿Tienen, es obvio, que recargar las aludidas tarjetas?
Interrogantes obligadas acerca del servicio que viene pasando una tras otra de diversas etapas del proceso. En las cuales siempre quien lleva la peor parte son los usuarios, protagonistas forzosos de innumerables incidentes y accidentes, vistos generalmente con olímpico desprecio. Sin considerar, siquiera, el hecho de ser sujetos clave, digan lo que digan.
Generaciones diversas han sido objeto a la postre de consecuencias de toda naturaleza. Desde cuando hubo orden. Limpieza y buena atención en las unidades, a un costo de Q0.05 el pasaje. Al pasar los años y de repente la explosión demográfica afectó sobremanera al colectivo. Elevaron hasta Q1.00 y Q2.00 días ordinarios y extraordinarios en su orden.
Acciones negativas para el bolsillo intereses de los usuarios, el surgimiento de microbuses («ruleteros») y la comparsa lesiva de ayudantes y gritones fue el acabose, el verdadero relajo en el amplio sentido del término. Ya no dieron boletos, desaparecieron del mapa los inspectores de Tu Muni y en definitiva se armó Troya, máxime en el nocturno.
Años más tarde el ex presidente Berger adquirió una flota de buses en México, que el ingenio popular los bautizó como «tomates» y «gusanos», estos últimos articulados. Una estafa, habida cuenta que las susodichas eran usadas, viejas, para decirlo claro. Verdadero trinquete, no hay para otra, hablando con la realidad monda y lironda.
Respecto al inicial y moderno servicio TransUrbano, prepago cabe hacer notar que es de concederle el beneficio de la duda: No es factible caer de boca a través de alabanzas al por mayor; tampoco procede pecar de pesimismo desbordante haciendo eco a elucubraciones volanderas, por solamente llevar la contraria, sea como sea.
Semejante a todo cambio conviene esperar que sean los hechos los que demuestren al pie de la letra sus bondades y aciertos, o en el peor de los casos que sea más de lo mismo, nada raro en nuestro entorno, propenso por naturaleza a bajones ingratos. En fin, concluyo recalcando una expresión de un libro de texto escolar: «Ojalá sea verdad tanta belleza».