El nuevo salario mí­nimo


Editorial_LH

Sin alejarse mucho de lo propuesto por la Comisión Nacional del Salario por mayorí­a, con el voto disidente de los representantes de los trabajadores organizados, el Presidente de la República fijó hoy los nuevos salarios mí­nimos para las actividades económicas del paí­s y el incremento se puede considerar como compensatorio con el í­ndice de inflación observado este año, lo que hace que por lo menos el trabajador que devenga la base no pierda poder adquisitivo.

 


Dijo el Presidente que tomó en cuenta la crisis económica mundial y particularmente la que se vive en Europa y que puede tener repercusiones en Guatemala el año próximo, por lo que no consideró prudente incrementar más el salario mí­nimo para no comprometer la posición de las empresas ante una perspectiva por lo menos incierta.
 
 Desde el punto de vista empresarial habrá, creemos, satisfacción por ese gesto de prudencia del Presidente, pero desde el punto de vista de los trabajadores el aumento se considerará insignificante, como ha ocurrido muchas veces, porque hay que reconocer que el monto alcanzado no cubre ni siquiera las necesidades básicas de alimentación de una familia, no digamos las otras necesidades relacionadas con educación, transporte, vivienda, vestimenta y salud.
 
 Es parte de nuestra realidad en la que la posibilidad de tener un trabajo, aun y cuando se pueda cobrar el salario mí­nimo, no es una garantí­a de que una familia puede salir del umbral de la pobreza. Y a ello debemos agregar que, desafortunadamente, hay muchos mecanismos para burlar el salario mí­nimo y hay gran cantidad de trabajadores que forman parte de la fuerza laboral del paí­s y que no reciben ni siquiera esa base como sueldo.
 
 Por eso tenemos un paí­s en el que hemos convertido a nuestra gente en el principal producto de exportación, puesto que un trabajador no calificado en Estados Unidos e ilegal, explotado por esa misma condición, puede ganar por lo menos  cuatro o cinco veces el monto del salario mí­nimo nuestro y apretándose el cinturón y reduciendo sus gastos al mí­nimo, todaví­a puede enviar alguna remesa a sus familiares aquí­.
 
 Si efectivamente existiera un mercado de trabajo, con las caracterí­sticas que se plantean cuando se habla de la economí­a de mercado, seguramente que nuestros trabajadores tendrí­an que recibir mejores salarios, pero las condiciones imperantes hacen que para el empleado todo sea de “lo toma o lo deja” y, como decí­an los abuelos, la necesidad tiene cara de chucho.
 
 Repetimos, pues, que el incremento al salario mí­nimo se equipara al í­ndice de inflación y que, por lo menos, quienes lo reciben no pierden la capacidad de compra que resta el aumento de costo de vida reflejado en ese indicador económico.

Minutero:
Hay dos niños inocentes 
extrañados este dí­a 
pero aunque todo el mundo porfí­a 
hay parientes indolentes