Hay dos hechos incontrovertibles: estamos en la era en que Estados Unidos quiere extender su imperio, siempre presente en Centroamérica, su patio trasero, al resto del mundo; y el imperio ejerce presiones sobre los países periféricos, a veces solapadamente y muchas veces de manera abierta. Las noticias del día 4 de enero informan de dos acontecimientos. En primer lugar, Prensa Libre, que siempre ha defendido los intereses israelíes, ya sean legítimos o mezquinos, ha protestado por la invitación al presidente Ahmadinejad del Irán a la toma de posesión del nuevo gobierno. En su editorial tilda este hecho, que es de diplomacia normal, como “el primer error del nuevo gobierno.†Pérez, quien debe su triunfo, entre otros, a Prensa Libre, se apresuró a aclarar que el futuro Canciller se había equivocado al anunciar la presencia en Guatemala del líder iraní.
Sin embargo, en sus declaraciones Pérez da a conocer dos puntos, uno positivo, que es el hecho de que Guatemala debe ser mucho más abierta ahora que es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU (como ha dicho el Embajador Rosenthal, hay que hacer que las relaciones internacionales de Guatemala alcancen su mayoría de edad) y otro, muy negativo, que es que la Embajada de los Estados Unidos ha “pedido información†sobre la veracidad de la presencia del líder iraní, que en el lenguaje diplomático significa que hace presiones para que esta visita no se produzca. Esas presiones irán en aumento al intensificarse la agresividad del imperio contra el Irán, particularmente porque Obama quiere garantizarse su elección en noviembre y, para ello, debe ser más militar que los militares. Guatemala, ahora en el Consejo de Seguridad, tendrá que tomar actitudes, esperamos que dignas, frente a los vientos de guerra que Washington sopla en dirección a los campos petrolíferos del mundo.
Al mismo tiempo que Washington exige la lealtad tanto de nuestro país como de su exagente contrainsurgente en la “Guerra Fría†centroamericana (que de fría no tuvo ni una pizca), sigue ignorando las peticiones del gobierno saliente, el de Colom, y del entrante, el de Pérez, para que se detengan las deportaciones de los connacionales que con su incansable trabajo contribuyen a la maltrecha economía estadounidense –bajo gobierno demócrata, la escandalosa cifra de más de 30,000 en 2011– y que se conceda el TPS o una medida ejecutiva alternativa para proteger a los guatemaltecos indocumentados en ese país. El gobierno estadounidense ni siquiera tiene el valor de dar una respuesta negativa; prefiere ignorarnos, como que si no existiéramos. Pese a que cualquier latino con dos dedos de frente procurará que el Sr. Obama sea reelecto, ya que un gobierno Republicano significaría volver a los peores niveles de intolerancia, racismo, discriminación y xenofobia, con el sistemático desprecio Demócrata por sus vecinos del Sur puede ser que la balanza electoral se dé vuelta. Debemos así prepararnos para posibles cuatro años malos en nuestro país y cuatro años peores en el imperio. Es tiempo de que los marginados del mundo, muchos ya sumamente indignados, hagamos un frente común y demos la gran lucha que se avizora para el 2012. ¿O acaso son solamente palabras bonitas las estrofas del Himno Nacional?