El nuevo éxodo


Saldo. La violencia ha golpeado nuevamente en Lí­bano en donde alrededor de 65 personas han perdido la vida.

Fayza Rashrash, de 64 años, afirmó hoy que «el destino de los palestinos es sufrir un éxodo tras otro» en el campamento palestino de Baddaui, luego de escapar el martes de Nahr Al Bared.


«Tal como sucedió durante el éxodo de Palestina en 1948, salimos a pie, con nuestros petates sobre la cabeza. En esa época fuimos recibidos por los libaneses. Ahora nos albergan otros refugiados», exclama sentada en el suelo de una escuela de Badaui, a unos 10 km de su campamento.

Miles de refugiados, hombres, mujeres y niños escapan a pie, o apretados en automóviles del campamento de Nahr Al Bahred, donde viven unas 31.000 personas, y alrededor del cual violentos combates entre soldados libaneses y combatientes islamistas dejaron 68 muertos.

En total, hay unos 45.000 refugiados palestinos en el norte de Lí­bano, según la Oficina de la ONU de Ayuda a los Refugiados Palestinos (UNRWA).

Cerca de Fayza se encuentra su tí­a Amine Aude, de 82 años. «Yo tení­a 23 años cuando huí­ de Palestina. Al igual que ahora, sólo tení­a el vestido que llevaba puesto», afirma esta anciana desdentada.

Ali Ata, que tiene una pierna paralizada, se apoya con una mano en una mesa de la escuela «Rí­o de Jordán», donde encontró refugio con su familia.

«Nosotros no sabemos cuál será nuestro destino. Si el éxodo continúa a este ritmo, no quedará nadie en Nahr Al Bared. ¿Será destruido como el campamento de Tall Al Zaatar en 1976», se pregunta.

El campamento de refugiados palestinos de Tall Al Zaatar, en un suburbio cristiano de Beirut, habí­a sido destruido por las milicias cristianas al comienzo de la guerra civil libanesa que habí­a comenzado por combates entre libaneses y palestinos.

Los comités populares del campamento se organizaron en equipos de socorro con sede en el Hospital Samed, que depende de la Media Luna Roja palestina.

Decenas de hombres jóvenes y de muchachas palestinas descargan alimentos, colchones y cobijas de las camionetas para distribuirlos en los centros de refugiados.

«La ola de solidaridad de la población es admirable. Decenas de familias encontraron refugio entre los habitantes, que se apretujan para albergar a sus hermanos. Más de diez personas se alojan en apartamentos de dos piezas», explica Yusef Al Assad, el jefe local de la Media Luna Roja palestina.

Se teme que el campamento de Badaui se vea «desbordado».

Según Hajj Rifaat, un responsable en Badaui del movimiento palestino Fatah, quien estimó en unas 10.000 personas el número de civiles que ya huyeron de ese campamento, estos últimos también se dirigieron a Trí­poli, la capital del norte de Lí­bano, o a las aldeas vecinas.

En Nahr Al Bared, los que quieren partir esperan hacerlo con las caravanas humanitarias.

«No podemos más. Todos los civiles abandonarán el campamento, ya que los bombardeos del ejército cayeron en los barrios residenciales y no alcanzaron a los hombres de Fatah Al Islam, que están atrincherados en refugios y tras las fortificaciones», afirmó Amina, de 24 años, cuyo rostro revelaba su gran nerviosismo.