El Nuevo Decenio


Según la interpretación de las profecí­as mayas, en 2012 se cierra el ciclo de 500 años de oscuridad. Ningún pronóstico podrí­a ser más auspicioso para Guatemala que éste, cuando el paí­s se encuentra sumido en una crisis general: socioeconómica, polí­tica, ecológica y, fundamentalmente, moral. Nos urge salir del abismo en que nosotros, los guatemaltecos hemos sido los responsables principales de haber colocado a nuestra nación, si bien en buena medida presionados por intereses extranjeros. Salir del abismo solamente lo podemos hacer nosotros mismos; no será la comunidad internacional la que lo haga, si bien puede ayudar, y mucho menos podrá hacerlo la superpotencia hegemónica que solamente se preocupa de sus limitados y, a veces, mezquinos intereses. Más vale solos que mal acompañados.

Ing. Raúl Molina Mejía
rmolina20@hotmail.com

Para estar a la altura de este compromiso histórico y de supervivencia, los guatemaltecos tendremos que inventar muchas respuestas y, definitivamente, transformar una serie de actitudes que llevamos decenios de arrastrar. En primer lugar, como mencioné en un artí­culo anterior, será necesario alcanzar la unidad y practicar la solidaridad. Desde luego, es un concepto de unidad a la luz de nuestra crisis. Contrario a lo que afirma cierta intelectualidad, la lucha de clases sigue estando presente: las clases dominantes no cejan en su empeño de explotar a las clases supuestamente subordinadas, utilizando para ello la violencia estructural; las clases trabajadoras y marginales se resisten a ser deshumanizadas y cosificadas; y las capas medias, siempre vacilantes, no logran decidirse a asumir la oposición y hacen esfuerzos desesperados por no ser consideradas como trabajadores. Después de 500 años de dominio de los Criollos, es tiempo de que las capas medias rompan con los sectores dominantes y hagan causa común con la clase trabajadora. Ante esta unidad el cambio será inevitable.

En tiempos de crisis, como ahora, lo único que puede dar la fuerza suficiente para superarla es la solidaridad. Quien quiera superarla solo o a nivel familiar verá frustradas sus aspiraciones. Solamente la acción conjunta con muchas otras personas hará posible el éxito. La solidaridad parte de la familia; pero debe llegar mucho más lejos. Hay una actitud más que tendremos que asumir: aceptar la gradualidad de los cambios y la globalidad de los mismos. Los cambios no llegarán de la noche a la mañana, aun bajo condiciones revolucionarias. De hecho, algunos cambios se han empezado a dar ya y merecen ser reforzados. Nos corresponde identificarlos y hacerlos irreversibles, buscando su mayor desarrollo y profundidad. Igualmente, ante una crisis global, su superación exige la simultaneidad de las luchas. Ninguna lucha es superior a otra; más bien, se requiere la confluencia de todas: universitaria, municipal, nacional, sectorial y otras. Todos los espacios son motivo de lucha y los éxitos de unas deben potenciar las otras. Por ello, nos espera un decenio de esfuerzos, búsqueda de la unidad y práctica de la solidaridad. Diez años parece mucho tiempo; pero las nuevas generaciones se merecen este empeño.