Pocas veces el premio Nobel de la Paz ha sido motivo de tanta sorpresa como la que esta madrugada (hora de Guatemala) se produjo tras el anuncio de que Barack Obama recibía la distinción. Y es que dentro de los 250 postulados su nombre nunca fue objeto de atención y en la mayoría de análisis de las agencias noticiosas ni siquiera se mencionaba que él estaba en esa abultada lista.
Por supuesto que ya los republicanos en Estados Unidos están criticando la decisión, porque consideran que Obama no ha tenido logros como para justificar que le dieran ese Premio. Sin embargo, basta y sobra con que el presidente de los Estados Unidos engavetara la política exterior basada en los ataques preventivos, doctrina sustentada por Bush, Chenney y compañía, para que sea más que merecido el reconocimiento. Y es que se trata del Presidente de la mayor potencia mundial que, al privilegiar la diplomacia antes que las armas, está dando un importante mensaje al mundo entero que es, en verdad, un mensaje de paz.
Porque debemos recordar que en los ocho años anteriores, tras el ataque del 11 de Septiembre del 2001 y el inicio de la llamada guerra contra el terrorismo, se estableció la doctrina de que Estados Unidos tenía el derecho de atacar a cualquiera sin contar con la comunidad internacional. Bush llegó al extremo de engañar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de manera deliberada para buscar justificación a la guerra con Irak que ha sido una de las atrocidades más grandes de la historia y que constituye, sin duda alguna, una guerra criminal por su concepción y desarrollo.
Obama, en cambio, ha devuelto la importancia a Naciones Unidas y lo expresó claramente en el discurso pronunciado en la Asamblea General. Cierto es que no todos los discursos en la ONU son sinceros y nosotros lo hemos visto de manera contundente, pero en el caso del mandatario norteamericano sus palabras fueron el tema medular de un discurso que define de manera distinta el rumbo de la política exterior de Estados Unidos.
El simple hecho de desterrar la política de ataques preventivos y privilegiar el uso de la diplomacia para encarar los conflictos del mundo, es razón más que suficiente para que se le pueda reconocer al Presidente de los Estados Unidos con un premio como el Nobel de la Paz. Y es que si Perico de los Palotes decide usar el garrote es peligroso, pero cuando lo hace el presidente de la mayor potencia del mundo, se vuelve gravísimo para la humanidad.